jueves, 14 de julio de 2011

Máximas para él

El persistir en el intento cuando se carece de habilidad, de aptitud. Intentarlo una y otra vez, fracasar una y otra vez sin darse cuenta, sin quererlo. A veces es bueno aceptar las propias limitaciones, el hecho de que no se es bueno para una cosa y sí para otras.

La pregunta seria ¿Cuál es mi aptitud, de qué soy capaz? Y en todo caso ¿en qué puedo emplear mi aptitud? Todos tenemos, en mayor o menor medida, alguna aptitud. Algo en lo que somos buenos, o al menos no somos tan malos.

Algo en lo que podemos destacarnos y ser los mejores o hacerlo dignamente y sin pasar vergüenza. La respuesta no está siempre en la vocación, ni en el corazón. La tan ansiada respuesta nos la da la honestidad intelectual o nuestra conciencia.

Aquella voz que a veces queremos acallar por que no coincide con lo que deseamos, la que nos objeta, nos cuestiona, nos dice como nadie y con una valentía extrema lo que no queremos escuchar, lo que no podemos escuchar, lo que nos resistimos a enfrentar por verdadero y descarnado.

Pero todo tiene un límite, un tiempo y una maduración. Los intentos no pueden ni deben ser eternos, alguna vez hay que sincerarse y ponerle un final, aunque no sea un final feliz ni deseado, para que otros no padezcan las consecuencias de nuestras decisiones o de nuestras acciones.

Hoy me toco a mí ser el blanco de una mala decisión, de un no darse por vencido, de un seguir ilimitadamente sin importar las consecuencias ni los daños que esa conducta ocasione. Fui perjudicada por la falta de aprendizaje de sus propios errores, su tropezar siempre con la misma piedra.

Todavía no tenemos gas en el edificio, se cumplieron ayer 10 meses de su partida. Lo bueno es que en algún momento de este año se va a solucionar, eso es seguro, fue avalado con la firme promesa del gasista que está a cargo de la obra. Un señor muy particular y peculiar, tan...¿Cómo calificarlo de una manera amable y púdica? Voy a intentarlo, aunque no es fácil tal vez podría ser: “bobo, tonto y un tanto torpe”. Obviamente en privado lo denominamos de otra manera.

Según él ya falta menos, y sus propias palabras “el día de hoy avanzo bastante”. Y vaya si avanzó, estuvo poniendo los caños  que van desde el medidor hasta el interior de de nuestro departamento (vivimos en un PH).

En realidad mas que poner caños, yo diría que estuvo todo el día levantándolos del piso, subiendo y bajando del andamio. El intento de colocación cañística me hizo acordar a esos episodios de Los Tres Chiflados, o a esas películas que sacan de quicio por lo desmedido, por lo inverosímil, por la torpeza que se pone de manifiesto. Pero puedo dar fe y asegurarles que lo que hoy presencie era mucho peor que eso, en un momento osé preguntarme ¿lo estará haciendo a propósito?.

Este hombre podría ser un digno exponente, casi un icono, de lo que mi papá definiría como “manos de manteca”. No se puede creer que alguien que trabaja con sus manos carezca de habilidad manual, es irónico.

En fin, por suerte la sangre no llego al río, y pudo colocar con bien los caños. Felizmente todo término sin más daño que el vidrio de nuestra puerta de entrada roto. Ahora solo estoy sin gas y sin vidrio. Podría haber sido mucho peor.

Besooo.

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