viernes, 19 de agosto de 2011

Mi búsqueda frenética

Son esos días en los que todo desaparece, en  los que los elementos se rebelan, en los que nada está en su sitio y nada sale como lo planeaste. Esos días en los que querés ponerle fin a ese estado de cosas, y para eso buscás denodadamente el camino hacia la solución, hacia el cambio.
Es en esos momentos en los que decís basta, agudizás la búsqueda, pero se hace escurridiza, infructuosa y el equilibrio no se hace presente. Y es ahí cuando te invade la ira y la decepción porque lo único que encontrás es la nada,  el vacio, el lugar en blanco.
Te fijás en ese lugar donde debía estar lo que allí tenía que estar, pero no está. Surge entonces el "quien sabe donde”, y lo primero que responde es el hermetismo, el silencio, la no respuesta, la indiferencia. Y otra vez el vacío desolador, la carencia, la añoranza por el lugar con su objeto y el objeto en su lugar.
No hay explicaciones ni respuestas, solo vacío, vacancia. En definitiva, nada. Una nada que hiere, que es indiferente, orgullosa, que se muestra inflexible e irónica ante mi planteo.
Si sólo hubiera estado ahí, donde la pensé, la imaginé, donde la ví por última vez, todo hubiera sido tan diferente. Pero no, el destino lo había planeado y escrito en su enorme libro. Y lo que el escribe con su eterna pluma y su antipática letra de trazos perfectos y sin rasgos de vida es ley en la vida, no puede modificarse.
Lo hice en forma maquinal, sin pensarlo, sin mirar, abstraída, perdida en mis pensamientos, y con mis pensamientos perdidos. No me di cuenta hasta que fue demasiado tarde y no podía modificarse, igual que el designio del destino.
Era un revuelto de zapallitos. Estaba muy rico, le puse un poco de provenzal, lo probé y estaba soso. Estire la mano y tome “algo”, al segundo chorro me di cuenta que les estaba poniendo edulcorante. Inmediatamente busqué la sal frenéticamente, lo hice en los sitios que suele frecuentar y en los que no, pero fue inútil no la encontré.
Igualmente  hubiera sino inútil, era demasiado tarde, quedaron una dulzura…Ni siquiera me atreví a dárselos a mis perros, seguramente lo hubieran tomado como un insulto.
La pregunta que aún carece de respuesta es ¿quién sacó la sal de su lugar, que es  la alacena? Las posibilidades no son tantas. Y la nada, nadie conoce su paradero, sólo se escucha el silencio como un mudo testigo del aberrante hecho culinario.
Besooo.
Buen fin de semana largo y les deseo a los niños, Y a aquellos que tengan un niño en un rincón del corazón, o el corazón de niño, o  un niño a flor de piel, un ¡MUY FELIZ DÍA!

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