miércoles, 14 de septiembre de 2011

En manos de Dios

Tal vez esa frase que sostenemos y repetimos hasta el hartazgo, erigiéndonos como el centro del universo, tenga algo de cierto. Quizás sea verdad después de todo. Dios es Argentino. Y tal vez para reforzar su ala de protección mande al  destino a viajar  en tren para evitar más accidentes. Si no fuera así estaríamos en el más completo desamparo, solos, abandonados por quienes deben protegernos de manera más terrenal y librados a nuestra suerte.
El accidente de ayer me ha conmovido muchísimo, pero, lamentablemente, no me ha sorprendido en absoluto. Como lo he expresado en otros post, he sido durante varios años, al igual que otros miles de personas que usan ese “pseudoservicio” a diario,  una no muy bien tratada usuaria de la ex Línea Sarmiento. Tuve allí experiencias varias, feas, malas, peores,tristes, espantosas, inenarrables, y casi extracorporales. Casi de las peores que tuve en mi vida. Las condiciones en las que se viaja son misérrimas.
Las unidades están en pésimas condiciones de conservación. Asientos, vidrios y  puertas rotas son un denominador común. Frecuentemente los vagones tienen problemas eléctricos, por lo que se producen chispas, que suelen generar pequeños incendios. Es en esos momentos en los que el pánico cunde y se apodera de la gente que comienza a romper vidrios y forzar puertas para arrojarse a las vías, con el peligro que ello entraña.
Las formaciones van a su máxima capacidad. En general, la triplican y hasta cuadruplican. Ello se debe a que se cancelan servicios o se disminuye la frecuencia para mandar menos formaciones. En hora pico se viaja con las puertas abiertas, porque no hay espacio, con gente colgada de ellas. Bastante parecido a lo que pasa en los trenes de India.  Desconozco cuales son las razones, lo que si sé es que esto se produce diariamente.
También es habitual que las barreras estén a 45º, o les falte un pedazo, o la mitad, o esten empalmadas de manera muy precaria con alambre, o, directamente, no estén. Las señales visuales y auditivas permanecen trabadas durante horas, y hasta días lo que hace que nadie les preste atención. El banderillero no es alguien habitual en el paisaje, es más bien como el mal acto de un mago. A veces está, otras no. El no estar es la habitualidad en las horas pico, cuando se producen esos bollos de tránsito que no podrían desatarse ni utilizando toda la paciencia que hay en China.
Sobre las formaciones no hay control de ningún tipo, ni tampoco personal de seguridad. Se podrían definir como tierra de nadie. Aunque pensándolo bien si es tierra de alguien, lo es de los cacos y mal vivientes. Los hurtos y arrebatos son moneda corriente y están a la orden del día. Es frecuente ver gente drogándose o chicos de todas las edades aspirando pegamento. En el Sarmiento todo es posible, nada está prohibido. Se permite todo, excepto viajar dignamente.
Tenemos siempre que recordar que este es un servicio “público” que presta una empresa Privada que esta SUBSIDIADA. Y subsidiada por el Gobierno Nacional, que utiliza o mal utiliza para ello nuestros impuestos. En definitiva, somos nosotros mismos los que contribuimos con nuestro dineros a que viajemos de esta manera.
Ojalá que no surja otro tema y que esto se diluya como sucede tan habitualmente en este bendito país. Ojalá las autoridades hagan algo. Ojalá el Ministro de Transporte deje su cómodo despacho y se digne a ir a ver como viajamos los argentinos. Ojalá se entere de una vez por todas que viajamos peor que el ganado. Ojalá  Metrovías deje de enviar peones mendaces con cara de piedra  a dar vanas y tontas explicaciones, y se pongan a trabajar para que no haya más muertes por su causa. Ojalá vecinos y agrupaciones entiendan que el soterramiento del tren es vital, y dejen de interponer estúpidos amparos que solo desamparan.
En fin, como diría mi mamá: “decí que hay un Dios” que pone la mano, nos ampara, desvía el mal y nos protege, o al menos pobre, lo hace cuanto puede. Porque si fuera por la eficiencia y excelencia del ¿servicio? que presta Metro Vías, la población hubiera mermado de manera considerable.
 
Besooo.
PD.: Mi solidaridad para con las víctimas, los familiares de las victimas fatales. Y con todos los que no tienen otro medio de trasporte más que esa aberración a la que llaman tren.

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