viernes, 2 de septiembre de 2011

Falsa Identidad

A veces las cosas no son lo que parecen, y cuanto más miramos y mas atención ponemos, menos vemos. Es como en esos mails que nos envían con ilusiones ópticas, sabemos que lo que vemos no es real,  pero aun sabiéndolo no lo notamos por que están muy bien logradas o camufladas.
En algunas situaciones la verdad o la realidad se escapa a los sentidos, tal vez por que no queremos ver, tal vez por que realmente no nos damos cuenta, o tal vez por que lo que nos quieren hacer creer esta bien tramado o porque quien nos lo quiere hacer creer está realmente convencido del estado de cosas.
La realidad contada por quien esta convencido de ella no es necesariamente una mentira pero si puede ser una involuntaria inexactitud. A veces algo se dice y se sostiene tantas veces que termina por hacerse carne, por considerárselo parte inescindible de nuestra historia. Y algo más o menos así es lo que pasa con mi Tía Vina.
Mi tía Vina no era mi tía. Ella era una vecina que vivía frente a nuestra casa, era amiga de mi abuela, tía postiza de mi mamá, y después lo fue  nuestra. Era vecina, pero de los vecinos de  antes,  con los que se trababa un vínculo de por vida y se los consideraba parte de la familia. Por suerte eso todavía se sigue manteniendo en algunos lugares. Lamentablemente no aquí en CABA, tampoco en Santos Lugares donde mi mamá denomina a su vecinos de enfrente,  que viven allí hace más de seis años “los chicos nuevos”.
Tampoco se llamaba Vina, su nombre era Etelvina Guevara, de allí viene  lo de Vina . Fue una de las personas fuera de mi familia, que más me marcó en la vida. A pesar de haber tenido una infancia difícil (quedó huérfana muy chica) era una persona fuerte, muy optimista, solidaria, y con un gran sentido del humor. No la podría definir como una persona fácil, a veces era para comérsela a besos y otras al horno con papas. Como todo el mundo.
Fue alumna de William Morris. Una vez vió un ovni. Me dió mi primer baño, y jamás pronunciaba una palabra en inglés por que “estábamos en la Argentina” . Cuando  traía un regalo ya sabías que tenias que devolverle el papel y el moño por que lo reciclaba. A los 84 años plantó un limonero. Años después se enojó con el señor que le colocó la membrana porque sólo le daba 5 años de garantía, y ella quería que le diera diez. Le gustaba comer uvas con pan, la cerveza negra, tejer y cocinar, aunque no al mismo tiempo. Coleccionaba recetas y siempre me retaba porque nunca mido las cantidades.
Era séptima generación de argentinos, su bautismo había sido asentado en el Libro 1 de la Iglesia de Lourdes de Santos Lugares. Cuando éramos chicos a mi hermano y a mí nos contaba  distintas historias de su infancia, su adolescencia en Arrecifes, de sus vecinos ingleses, de cuando iba a comprar novedades al centro. Y de como  escapó  una tía suya  raptada por los indios, aferrada a la cola de un caballo porque le habían tajeado los talones.
Su peor insulto era pajarona o pajarón. Cuando veía que íbamos a romper algo nos advertía: ”destrozona o destrozón eso va a tener  la muerte de la urraca”. Su preferido era mi hermano. Su orgullo botánico eran un árbol de paltas y una planta de Nácar (abuela de mi planta). Siempre esperaba que floreciera su Peonía, lo que ella nunca lo supo, era que su  yerno la arrancó pensado que era un yuyo.
Había nacido el 31 de agosto, día de San Ramón Nonato, pero la anotaron el 2 de septiembre  así que festejaba dos veces su cumpleaños. Hoy cumpliría oficialmente 100 años y esta es mi manera de recordarla.
Besooo
Que tengan un Muy Buen fin de Semana :-D

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