martes, 4 de octubre de 2011

Aberración Cromática

Hay días en los que todo es maravilloso. En los que un  Febo primaveral brilla sobre nuestras cabezas e ilumina nuestra existencia. Son esos días en los que todo sale bien, en los que hay una sincronía maravillosa. mágica, inmejorable.
Son esos días en los que te sentís dichoso, un elegido, un iluminado. Un ganador que tiene todos los números del bolillero, un privilegiado, un agradecido que da gracias a la vida por estar en ella.
Pero, siempre hay una contrapartida a esos días luminosamente iluminados. La de cal y la de arena, la cara y la contra cara. Son esos días en los que ves todo de un negro azabache profundo.
Esos días en los que salís con un sol radiante y a las dos cuadras tenés una nube negra descargando todo cuanto tiene sobre tu humanidad. Esos días en lo que nada cuaja, en los que nada está coordinado. Esos mismos en los que nada sale bien.
En los que todo el mundo se ha ido y nadie está donde debería,  o todavía no llegó o recién se fue. Los mismos en los que el teléfono suena  en la otra punta, y cuando por fin llegas a atender,  después de varias peripecias, esquive y algún que otro tropiezo, y decís “Hola” escuchás del otro lado ese antipático clic. Que obra como señal indubitable y una prueba palmaria, que quien llamaba se fastidió de esperarte y cortó.
Son esos días en los que  todo se cuestiona. En los que fantaseás con la idea de desmaterializarte, viajar en el tiempo y aparecer al otro día. En  los que nada está como debería. Y fue en ese tipo de días cuando lo ví.
Sólo miré para donde no debía, en el momento en que no debía. Entonces ví lo que no nunca hubiera querido ver. En el restorán que queda en la esquina de mi casa, con un total desatino, y falta de criterio, habían puesto una mesa con tres sillas, dos blancas y una negra. En ese orden.
En ese mismo momento mi TOC capturó mi atención, inhibió mis otros sentidos. Clavó su mirada penetrante en mis ojos y me dijo: “Supongo que habrás visto eso, ¿no?”.  No se conformó con mi displicente “Si, por supuesto”. Sino que continuó hostigándome con su obsesiva alocución. Cuestionándose y cuestionándome.
¿Cómo se puede ser tan insensible, tan incoherente, tan poco delicado? ¿Cómo pueden ignorar conceptos tan elementales como  que la silla negra debía ir en el medio de las blancas? Eso es algo por todos conocido. La regla es  clara y debe respetarse a como de lugar. La sucesión debe ser: blanco, negro, blanco… o a la inversa. ¿Acaso esta gente nunca escuchó hablar de los dameros?
No lo sé, lo único que sé es que desde que vi ese desaguisado cromático no pude apartarlo de mi cabeza. Por eso quise compartirlo con ustedes, para hacer una suerte de catarsis en blanco y negro o a la inversa, lo mismo da mientras no sean dos y uno.
Besooo

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