viernes, 21 de octubre de 2011

¿Como decir lo que tengo que decirte?

¿Cómo responder esa pregunta que nunca debió haber sido formulada? ¿Cómo decir todo sin decir nada? ¿Cómo dar una respuesta que no dañe, ni ofenda? ¿Cómo desviar el eje, como derivar y virar, y que eso no parezca planeado, sino hecho naturalmente? ¿Cómo simular y disimular cuando no se puede, cuando los sentimientos brotan, manan, pugnan por ver la luz y por decir lo que no debe decirse?

Entonces, ¿cómo ocultar lo inocultable sin que eso se ponga de manifiesto, sin que nadie lo note, sin levantar sospechas ni llamar la atención? A veces la solución esta a nuestro alcance, y la alcanzamos a través de evasivas, de tangentes. De frases que se van por las ramas y no terminan en ningún lado, solo comienzan en un neutro total y derivan en la nada más extrema.

En estas ocasiones sólo se clama por un una salida elegante, disimulada. Hasta ahora a nadie se le ha ocurrido escribir un manual de estilo, o hacer una página o tan sólo un pasquín que contenga información sobre como comportarse en estos casos, a que recurrir, a que echar mano cuando no hay salida posible.

¿Qué se hace cuando todo se cierra a nuestro derredor y quedamos encerrados por un cuestionamiento? Sólo el y nosotros, y hay una única salida, cuya llave es una respuesta que no queremos, no podemos o no debemos dar. Son esas situaciones límite que se producen constantemente en nuestra vida de relación. Esas que nos ponen como protagonistas de algo en lo que no quisiéramos ser ni siquiera elenco. Esas que nos ponen contra la pared y no nos dejan mover.

¿Cómo decirle a alguien la verdad sin mentir y mucho menos herir? ¿Qué decirle a esa amiga, o familiar, cuando te pregunta “¿te gusta?”? ¿Cómo decirle que para mí eso que le hicieron no es un corte de pelo, sino algo que encuadraría en la tipificación de lesiones graves? No como gravísimas, por que en algún momento el pelo crece.

¿Cómo decirle que esos reflejos, más que como reflejos le quedaron como franjas de una bandera, que me remiten a la camiseta de Peñarol? ¿Cómo decirle que a ella ese color de pelo le queda como una patada en los dientes? ¿Cómo decirle que ese color de rouge le queda fatal? ¿Que los colores oscuros no deben usarse cuando tenés labios finitos, porque te los borra por completo, y quedan como si fuera la sonrisa de Smiley?

Y ni que hablar cuando te invitan a comer e hicieron alguna comida que es incomible, porque le sobra sal, aceite o porque no tiene nada. O hacen una tarta de caballa con mucho esmero y además con todas y cada una de sus vértebras. Incomible.

En esos casos es mejor poner cara de poker. Echar mano a esa cara neutra, protocolar, de me encanta la acelga con limón aunque quede áspera. Y sin inmutarse decir cosas como “excepcional, bárbaro, fantástico, extraordinario”. Porque en realidad es todo eso junto y más…



Lo importante es la entonación. El tono en lo posible debe ser positivo. Tenés que ensayarlo, cuidado con esto, porque a veces no sale al primer intento. Lo fundamental es que la voz no te tiemble por el impacto o la impresión. Si lográs disimular eso, estás del otro lado.



Vos contestaste y la otra persona quedó contenta. Aunque en mi opinión, en ciertos casos esas preguntas sólo son retóricas. En el fondo y no tanto, a nadie le importa lo que le digan en realidad, la audición se torna selectiva, sólo se escucha lo que se quiere oír. Pero, ante la duda, yo mejor no pregunto, sólo espero y analizo reacciones…



Besooo.



Que tengan un muy buen fin de semana. El domingo voten en paz y con alegría. Porque después de todo, sea quien fuera el ganador, estamos ejerciendo un derecho ciudadano que mucho costó conseguir.

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