miércoles, 30 de noviembre de 2011

Por favor, no me lo digas...

Hay cosas que ignoro, que desconozco por ignorancia, desinformación, pereza de informarme o por mero desinterés. Pero hay cosas que elijo ignorar, son cosas en las que pongo especial cuidado de no enterarme ni interiorizarme, en no saber demasiado.
En estos casos lo poco es mucho o muchísimo. Comienza por pequeños cabos que se atan, esos cabos se convierten en hilos, esos hilos forman una trama y esa trama contiene información. Justamente esa información que queríamos seguir ignorando, esa información que nada ganamos con tener. Al contrario, a veces perdemos, y mucho.
La ignorancia selectiva a veces es beneficiosa. No solamente para echar mano de ella cuando se nos pregunta algo que no queremos responder, sino también para preservar la sanidad física y mental, propia y ajena. ¿De qué nos sirve saber de que está hecha la morcilla? Es rica y punto, no necesito saber nada más. Tampoco me interesa saber que tienen dentro los chinchulines o quien apaga la luz de la heladera o como está hecho esto o lo otro.
Porque aniquilar la magia, ese halo de misterio que encierra el contenido intrínseco de las cosas. ¿Por qué despejar esa incógnita que no me desvela, ni preocupa? Mi ignorancia sobre ciertos tópicos no va a hacer que el mundo se detenga, ni que el universo pierda el tan ansiado equilibrio. Mi ignorancia selectiva es tal vez, un ladrillo más en la pared.
Esta vana reflexión no es algo aislado, no es un pensamiento trasnochado como me decía Eloisa, mi profesora de historia. No, esta reflexión viene a cuento de lo que dijo “él”, nuestro portento pictórico, el secretario más famoso. El que no es blanco ni negro, sí, ese mismo, Moreno.
El sostiene sin hacer una mueca, ni una sonrisa, ni tan siquiera una risita nerviosa, en definitiva, sin que se le mueva un músculo, y sin ponerse colorado, que la canasta navideña sólo aumentó un 7 % desde el año pasado. Con $ 100 se va a poder hacer una buena cena navideña para cuatro personas.
Este anuncio hecho por el titular del INDEC, me lleva inevitablemente a una pregunta insoslayable. Entonces, ¿por qué no consumimos artículos de la canasta navideña todo el año? Esto tiene sólo ventajas, además de conservar el espíritu navideño todo el año, comeríamos mucho más barato, ¿o me equivoco?
Les doy algunos ejemplos que sirven de base a mi propuesta de “Canasta navideña todo el año”. La botella de sidra cuesta $ 3. De ahora en más no tomemos más soda, ni agua mineral, ni siquiera agua de la canilla, sale mucho más económica la sidra, ni pensarlo. El asado de novillito el lo consigue a $ 20. Olvídense de las milanesas de soja, de las de pollo, las de carne, de la carne picada, etc. y demás como diría la Hna. Victoria. De ahora en más consumamos el novillito de Moreno.
A mi se me ocurre algo brillante, no sé como lo tomarán ustedes ni que les parecerá. Vieron que siempre nos preguntamos ¿dónde comprará este hombre que consigue estos precios? Bueno, no nos lo preguntemos más, se me ocurrió una solución. Nos ponemos todos de acuerdo, le hacemos un pedido, que nos diga cuanto es. Le damos la plata, que él lo compre y nos lo traiga.
Que no nos diga donde lo compra ni consigue esos precios, prefiero ignorarlo, no me interesa, no es lo importante. Lo importante es que hay cosas que no deben saberse, y mucho menos escucharse…
Besooo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario