viernes, 30 de diciembre de 2011

Adiós y bienvenido

 En este 2011 me pasaron muchas cosas. Cosas buenas, mejores, no tanto, malas y malas que luego derivaron en buenas, y lo mejor de todo es que pude capitalizarlas. Conseguí algunas cosas que me había propuesto y otras me quedaron pendientes.
Aprendí alguna que otra cosa que me está sirviendo o me servirá alguna vez en mi vida. También hubo encuentros y reencuentros. Conocí gente querible, maravillosa, y alguna que otra olvidable. También está la gente de siempre, esa incondicional, esa que está ahí, que no te abandona por que te quiere y los querés.
Es esa gente que es parte de tu vida y que no los concebirías fuera de ella. A todos ellos les digo gracias, gracias por soportarme, por tenerme paciencia por aguantarme durante todo el año sin tomarse vacaciones. Por lo menos vacaciones de mí.
Otro hecho importante, y que marca un antes y un después, una división tajante y dramática en mi vida, fue su regreso. Su regreso esperado, deseado, ansiado. Un regreso que se produjo después de una lucha sin cuartel, un regreso que fue impedido innumerables veces por alguien que quería aniquilar mis ilusiones y mucho más.
Ese regreso que se produjo después de 400 días y 400 noches, una ausencia que duró 9600 horas, con sus minutos y segundos, que fueron por mi vividas y padecidas. Ese regreso que nos hizo felices a todos por distintos motivos. Por fin, después de tantos padecimientos y sinsabores, él nos fue devuelto, aunque no tan rápidamente como nos fue arrebatado.
Después de 13 meses de ausencia, él volvió a mi vida y corre libre por mis caños. El que fuera otrora perdido, gracias a una vecina con mucho tiempo libre y poca imaginación, que un fatídico y gélido día de invierno, allá por septiembre del 2010, llamó a MetroGAS, quien vino, vió y cortó, en forma impía.
En general este año fue un año algo equilibrado, tuvo sus momentos tensos y límites, pero no da tan mal ni resta tanto en el balance de mi vida. No podría calificarlo de icónico o darle la categoría de bisagra en mi vida. Pero puedo decir que se ha dejado vivir.
El domingo comenzamos a transitar el año número doce de este nuevo siglo. Parece mentira, una docena y pasaron así, rápido, rapidísimo. Espero que el 2012 sea un año genial. Mis deseos para este año es que nos traiga lo principal: Paz, Amor, Salud y Prosperidad.
QUE TENGAN UN MUY BUEN FIN Y UN MEJOR PRINCIPIO. FELIZ 2012
BESOOO :-D.
Feliz Año Nuevo

jueves, 29 de diciembre de 2011

Argumentos y verdades de mentes

¡Cuantas veces pensamos “como me gustaría ser mosca o mosquito”, para estar presente en una conversación o en una situación, que es de nuestro interés sin ser vistos! A veces, tal vez más de las que quisiéramos, nos sentimos moscas o mosquitos, somos mudos testigos presenciales a quienes ignoran los protagonistas.
Estamos presentes a nuestro pesar, en forma accidental e involuntaria, en situaciones, conversaciones, diálogos y/o disertaciones en las que no quisiéramos ver lo que vemos, ni escuchar lo que escuchamos. Tampoco quisiéramos creer lo que se dice.
En esos momentos en los que me convierto en un mudo testigo presencial, presenciando lo que no quiero presenciar, es cuando me pregunto ¿Por qué? ¿Por qué la gente hace lo que hace, y dice lo que dice? ¿En qué se basan? ¿De dónde lo sacan y cómo?
Locos argumentos se enuncian livianamente. Se lanzan así como así al universo, haciéndolo poner colorado, dando por cierto lo dicho. Como si fuera una verdad a ultranza, la única verdad, la verdad que le dijo un vecino, un cliente, un señor en la cola del banco o a su mujer en la peluquería. Inconsistentes e inconscientes verdades secretas que se proclaman a los gritos, en cualquier lugar sin importar quienes las escuchen y como.
Verdades que suenan locas porque están fuera de contexto, de tiempo de espacio, de lugar y por eso suenan así. Aunque contextualizadas sonarían peor. Verdades que lo son a ultranza y que lo serán caiga quien caiga, y le cueste a quien le cueste. Verdades de cumplimiento inminente y perentorio que jamás se producen.
Verdades que son verdades por el simple hecho de ser ciertas, reales. Sabidas únicamente por esa elite secreta, seleccionada cuidadosamente para no crear pánico, ni caos, ni descontrol. Esa minoría selecta compuesta por aquellos que son parte de la cosa, personas encumbradas muy bien conectadas, y también por cualquier transeúnte, pasajero. comensal o usuario. Que esté o pase ocasionalmente por allí, en ese preciso y justo momento en el que el secreto que se devela a grito pelado, ve la luz que lo alumbra y lo vela despiadadamente.
Y uno ahí, sólo escuchando, como un mosquito/mosca. Sin poder hacer nada más que escuchar ese disparate aberrante sin pies ni cabeza, sin poder articular palabra, sin poder salir de su asombro, estupor, por escuchar lo que ha escuchado.
La pregunta es ¿Cómo se les ocurren esas cosas? ¿Cómo lo hacen? Es en esos momentos en los que miro muy fijo a los ojos a mi imaginación y la increpo, le recrimino a la vez que le pregunto: “¿Por qué no se te ocurren cosas así? ¡Podríamos escribir un Best Seller!”
Besooo.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Es sólo un breve adiós....

Añoré tanto tu llegada, esperé y esperé, y casi desesperé. Conté cada minuto, cada hora, cada día, que sin vos se me hizo eterno. Tu ausencia me entristece, me hiere, me daña. Tu ausencia hace que todo se vea diferente. Tu ausencia esta presente en cada detalle, que me hace notar como un mal anuncio, con poca sutileza, que ni siquiera estas en esencia, ni en espíritu.
Tu llegada me parecía lejana, e imposible. Y en algún momento mi ansiedad me hizo hasta dudar que llegaras tal como lo habías prometido. Por fin el tiempo pasó, y como siempre cumpliste tu promesa, y llegaste. Compartimos días soleados, aromas, colores, sabores, sensaciones y sentimientos.
Todo era felicidad y alegría en mi vida. Pero el tiempo pasó, y con el nuestro tiempo. Ahora… ahora tengo que decirte adiós. Despedirte con una sonrisa por todo lo que me diste. Una sonrisa que oculta mi tristeza y mi desánimo.
Nueve meses nos separan de tu vuelta, meses en los que voy a tener que lidiar con tu ausencia, meses en los que voy a extrañarte, meses en los que sólo voy a desear que estés aquí. Lo sé, es el ciclo de la vida, el curso de las cosas, las reglas del juego.
Así es, ayer terminó la primavera, mi estación preferida. Este año ella me trajo un regalo especial, un regalo inolvidable. Me trajo el gas que había perdido hacía 400 días. Gracias a una vecina con mucho tiempo libre y poca imaginación que llamó a MetroGAS, que vino, vió y clausuró.
También me trajo algún que otro sinsabor. En realidad fué solo uno, y más que sin sabor fue sin olor, por que estuve como 10 días con una gripe horriespantosa. Que me hacia estornudar, toser, lagrimear, además de privarme del perfume de los tilos, paraísos, jacarandás, jazmines y jazmincitos.
No entiendo mucho de números, ni de equilibrios financieros, pero creo que el balance primaverístico no está del todo mal. Estuvo la de cal, la de arena, sigo sin saber muy bien cual es cual, pero estar estuvieron, de eso estoy segura.
La cuestión es que ayer la primavera se fue y nos dejó para volver dentro de nueve meses. Lo único que me queda es decirle con las manos como palomitas: “Bye, bye, primavera, hasta el año que viene”.
Y COMO TE DIGO SIEMPRE, EL AÑO QUE VIENE, NO TE OLVIDES DE VOLVER.
Besooo.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Mi diálogo con una extraña

La vi al salir, sentada en el umbral de la puerta de mi casa. Estaba muy triste, pensativa. Era muy joven, no suelo hablar con extraños, pero la fragilidad de su aspecto y su actitud, despertaron mi curiosidad- Y a riesgo de recibir una respuesta inconveniente, le pregunté: “¿Estás bien?”
“No”, me respondió, “Gracias por preguntar”.
“¿Qué te pasa?”, inquirí.
“Me peleé con mi novio y me fui de casa hace … perdón ¿que día es hoy?”.
“Domingo”, contesté.
“¿Hace dos días, ya?”, se dijo a sí misma, asombrada, con un tono de pregunta.
Y con la última sílaba rompió en llanto. Un llanto con una congoja que me partió el alma, un llanto incontenible, desconsolado. Un llanto que hizo surgir mi empatía, conmiseración y solidaridad para con ella.
Era domingo, no tenía que hacer nada urgente, así que me senté a su lado a ver si podía ayudarla en algo. Me contó que se llamaba Giselle, que el viernes por la noche discutió con su novio, porque la vio hablando con un amigo.
“El era muy celoso, no soportaba nada. Siempre desconfiaba de mi, y lo peor es que yo no hacía nada para darle celos. Lo único que yo hacia era amarlo”.
“Lo amabas ¿y después de dos días no lo amás más?”, le pregunté
“Ahora es diferente”, contestó.
“Sos muy joven Giselle, seguramente fue una pelea y sólo eso. A veces los problemas parecen más importantes de lo que en realidad son. Tenés que calmarte, volver e intentar hablar con él. Decile que te molesta que sea tan celoso, que no te gusta como te trata. Todo es cuestión de hablar”.
Quería convencerla, calmarla, contenerla, consolarla. Todo eso junto, pero no lograba nada. Acudían a mi cabeza todas esas frases cursis que contienen esos señaladores y pósters que te gustan y comprás cuando sos adolescente. No sabía que decirle, ni como.
“Yo soy muy impulsiva”, me dijo, “Ese es mi problema. Nunca pienso las cosas antes de hacerlas. Las hago y después me arrepiento. Lástima, que me arrepiento cuando es muy tarde, cuando ya nada puedo hacer”.
“Lo mismo pasó con mis padres. Cuando era más chica, un día tuvimos una pelea. Ahí nomás agarré mi mochila y me fuí. Nunca más volví y tampoco los ví más. Después me di cuenta que tenían razón, pero ya era tarde. Me arrepentí tanto de haberme ido, de estar tan lejos de ellos. Pero no puedo volver atrás, ya no puedo, no hay forma. Lo hecho, hecho está.”
“¿No estás siendo muy dura con vos misma? Te estas obligando a no volver sobre tus pasos. Tenés que intentar ser más flexible, al menos un poco, un poquitito. Hacer una prueba, un mínimo intento y ver que pasa, con intentar nada se pierde. Seguro te vas a sentir mejor, porque vas a sentir que hiciste algo o al menos el intento.
Insisto hablando la gente se entiende. Tu novio, debe estar desesperado, no sabe nada de vos desde hace dos días. ¿Por qué no lo llamas por teléfono y hablas con él? ¿Por qué no explicarle que es lo que te pasa a vos, qué es lo que sentís?”
“Ya es tarde”, me dijo, mirándome muy fijo a los ojos como queriendo penetrarlos. Su mirada había cambiado mucho, muchísimo, tanto que hasta sentí miedo. Sus ojos habían pasado de reflejar una tristeza extrema a ser fríos, desalmados, penetrantes.
“Es demasiado tarde”, repitió.
“Estas siendo muy orgullosa, Giselle”, le dije.
Entonces, aun mirándome fijamente, con una voz y un tono que no le eran propios, que no había usado durante toda la conversación y que me aterraron, me dijo: “¿No te das cuenta? No puedo hablar con él porque lo maté”.

martes, 20 de diciembre de 2011

Estrecha Mente

Un cuadrado no entra físicamente en el espacio de un círculo, es materialmente imposible, y, lo mismo ocurre a la inversa. La mezcla de blanco y negro forma distintas tonalidades de grises, que van desde el gris muy claro, casi blanco al gris oscuro, casi negro. El casi marca la diferencia, el casi es el quid de la cuestión.
Y la cuestión misma es que el casi no puede ser visto por todos. Algunos únicamente ven el blanco o el negro, ignorando la existencia de un gris claro y un gris oscuro. Entonces ¿Cómo hacerles ver, cómo hacerles entender que existe una sutil diferencia, que hay matices? ¿Cómo hacer ver lo que no se quiere ver, o, cómo hacer entender lo que no se quiere entender? ¿Cómo hacerlo manteniendo nuestra integridad? ¿Cómo hacerlo sin perder nuestro eje, o lo que es peor nuestros cabales?
La intención no es cambiar las reglas, resoluciones, acordadas, o el orden establecido. La intención es que noten los matices, las sutilezas las diferencias, el “casi”. Apelar a su racionalidad, razonabilidad y sentido común.
Racionalidad, razonabilidad, sentido común y amabilidad de la que fueron privados, despojados e inhibidos de utilizar cuando ingresaron en la función pública. El ser burócrata todo lo cambia, ellos todo lo pueden, todo menos entender, razonar, escuchar e interpretar.
Es la tercera vez que voy a la AFIP para hacer un trámite simple, fácil, rápido, indoloro. Esto es en teoría, la realidad es otra, mucho más cruel. Y muy diferente de la que se ve a través de los fríos ojos de un burócrata.
El motivo que obstaculiza el comienzo y consecuente finalización de mi trámite es: un numerito. Numerito este que ha mutado, y no conseguimos encontrarlo dos veces escrito de la misma manera. En una a veces consta solo solito, y otras esta acompañadito. ¿Cuál es el verdadero? Los dos… y eso es lo que no entienden. Las cosas pueden verse de maneras diferentes, algo puede ser de una u otra manera. Pero para ellos eso es imposible, tiene que ser de una u otra manera, jamás de ambas.
Para que la Sra. AFIP constate que yo vivo donde digo que vivo, tengo que llevar dos servicios a mi nombre que lo acrediten. Al menos eso es lo que ellos creen, y la fe mueve montañas. En fin, entonces llevé la factura de celular y la de cable. En la primera dice la dirección y PB 4, en la segunda además de la dirección dice 4.
El problema existencial que se le plantea a esta gente es: si realmente vivo en PB 4 o si vivo en el 4 piso. No hubo manera de hacerles entender que vivo en un PH con 4 departamentos. A ellos eso no les basta, quieren precisiones, datos incontestables, sólidos, fidedignos.
A ellos nadie les va a meter gato por liebre ni PB 4, por piso 4. Por mas que intente denodadamente y hasta casi perder la paciencia explicarles, graficarles, narrarles, probarles con mi DNI que vivía en un PH 4 y no en un piso 4. Todo fue inútil, no hubo manera, no entendieron los casi, ni los grises.
Tendré que volver mañana, con una constancia que no constata, pero que dice lo mismo que ellos quieren que diga, La duda que se me plantea es: que hago poner en la constancia que no constata, para que ellos constaten.
¿Qué constatará mejor lo que no se constató? ¿Qué conste PB 4 o que sólo conste 4? No lo sé, mi constatación ha constatado que estoy confundida, ¿será contagioso?
Besooo.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Llegando al final

Resulta difícil de creer como transcurre el tiempo en nuestras vidas. Lo tomamos como algo natural, sólo es algo que debe ser así, pasa entre nosotros. Lo hace en puntitas de pie y muy silencioso para no molestarnos, para no incomodarnos, para que no nos distraigamos con su presencia.
Casi llegamos al punto de llegada, esa meta que nos parece tan lejana, y ahora esta ahí. Podemos verla, y casi podemos tocarla. Nuestro tiempo de estar juntos está llegando a su fin. Las señales son inequívocas, certeras, inconfundibles.
El final se anuncia con largos suspiros agónicos, que dan paso a una inexorable despedida. Esa despedida que nos queda y nos debemos Esa despedida que hiere, molesta e incomoda. No hay punto de retorno, ni retorno. No hay vuelta atrás, por que el atrás queda allí, atrás.
En el tiempo que estuvimos juntos hubo de todo. Buenos y malos momentos, que a veces devinieron en buenos, o al menos en no tan malos como me parecieron en un principio. Me dejaste crecer, madurar, me diste más de lo que me negaste. No te voy a recordar como un hito en mi vida, ni tampoco como un promedio. Fuiste algo más, y eso suma.
Pero todo tiene un principio y un fin, y esta no es la excepción… Parece mentira, faltan tan sólo 14 días para que termine el 2011. Si hay algo que nos hayamos propuesto para este año y aún no lo hemos hecho, manos a la obra. Tenemos que hacerlo apuraditos, apuraditos porque tan sólo quedan casi dos semanitas.
El tiempo corre, no nos podemos hacer los distraídos y dejarlo para el mes que viene, o para dentro de tres semanas. Porque esos plazos implicarían dejarlo para el año que viene. Entonces ya no serían metas para este año, sino para el próximo. Todo lo que ocurra después del 31 será patrimonio del 2012.
Además de ser este un año nuevo en nuestras vidas, con todo lo que ello implica. Plagado de nuevos proyectos a realizar, o de proyectos que nos sobraron del año anterior, porque no nos dieron los tiempos. También fue designado por algunos estudiosos, como el año de “la fin del mundo”. Algo total, absoluto y definitivo, no para algunos, sino para todos. Esto, claro, según las interpretaciones hechas sobre el legado de los mayas.
En mi opinión, que no es para nada científica, la interpretación debe tomarse con pinzas. Porque es interpretación, y por ende puede haber cierto grado de subjetividad que a veces es sutil y otras… otras no.
En realidad no sé si creer no o no en esta especie de predicción apocalíptica. No le veo mucha base científica, es como un manojo de algo forzado que quieren hacer encajar, donde no encaja muy naturalmente, a como de lugar. Aunque, cuando veo un sol radiante, un cielo limpio, cerúleo, del que cae una lluvia torrencial, como estos últimos días, todas las dudas vienen hacia mí.
Besooo.
Que tengan un muy buen fin de semana :-D

miércoles, 14 de diciembre de 2011

¿Una idea de miércoles?

Ayer fue martes 13, y, como dice el refrán: “En martes 13 no te cases, ni te embarques ni de tu casa te apartes”. Yo quebranté una de las premisas, un error: de mi casa me aparté. Ese recuerdo vino a mí, justo en ese momento en el que llovía torrencialmente con un sol que me encandilaba.
Me debo haber visto de lo más ridícula, con los lentes de sol puestos, debajo de esa lluvia torrencial, pero así de caprichosa es mi fotofobia. Eso sí, cuando estaba a una cuadra de mi casa, la lluvia paró, y el sol continuó tan radiante como siempre.
A veces mi cabeza hace extrañas asociaciones, y funciona de maneras misteriosas, un pensamiento trajo al otro… y no sé como, terminé pensando en la idea. No “la idea”, ni mi idea, sino que mi idea fue pensar en la idea. No en ninguna idea en particular, sino en las ideas en general.
Entonces se me ocurrió que una idea es el elemento primigenio, el punto de partida, el primer eslabón. El combustible que pone a funcionar la maquinaria, el disparador que pone al mundo a funcionar.
Hay ideas de todo tipo, tienen diferente magnitud, envergadura y solidez. Están las ideas buenas, las geniales, las realizables, las irrealizables, las malas, las peores. Seguramente existen muchos tipos de ideas más, quizás tantos como personas haya.
En ocasiones cambiamos de idea sobre la propia idea. Lo que en un principio nos pareció una idea genial, posteriormente nos parece una soberana tontería, una locura. Aunque a veces esto se da a la inversa.
Lo que a veces parece ser un buen vino en un primer momento, suele convertirse en vinagre al minuto siguiente. Lo mismo pasa con las ideas. Lo bueno es que con ellas, a pesar de convertirse en vinagre, pueden seguir siendo buenas ideas.
Las ideas pueden cambiar, mutar, agrandarse, expandirse, achicarse, perder una parte y ganar otra. Intercambiarse, pulirse, perfeccionarse, tener más o menos brillo. Eso es lo bueno que tienen las ideas, no son algo que permanece inmutable dentro de nosotros.
Si nos apropiamos de una idea ajena, no la demos como propia, en la medida de lo posible, reconozcamos el derecho de autor. Hay ideas que son inspiradoras, y generan en nosotros otras ideas, que a su vez dan lugar a otras ideas, que se convierten en más ideas que pueblan este mundo, y esas ideas… bueno, creo que ya entendieron la idea ¿No?
Es bueno tener ideas, las que sean, y lo mejor es tener idea que se tiene idea. Porque sino se la tiene, la idea deja de ser idea. En fin, espero que escribir este post tratando de plasmar las distintas ideas, “no haya sido una idea de miércoles”.
Besooo.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Ella juró por El

Como en un cuento de hadas, sin brujas malas y con final feliz, y quizás lejos, muy lejos de lo que alguna vez imaginó. Ella recorrió las calles sin él y vitoreada por el pueblo. Estaba feliz, radiante, luciendo un exclusivo vestido negro, señal de su luto. Esta vez, no era copia del de Letizia. No es una afirmación, es pregunta.
Exudando glamour, bajó inmaculada, impecable, exultante de su auto azul noche. Notaba al igual que todos la ansiedad de su compañero, al menos, su compañero durante los próximos cuatro años. Una de las muestras de ansiedad de su Amado se puso de manifiesto en su apariencia: parecía haber dormido con su traje puesto, o bien, haberse despertado tarde olvidándose de plancharlo (y te juro, ma, que yo no se lo planché). Entiendo, es un traje liviano, de verano, pero como dice mi mamá: “No cuesta nada darle una planchadita”. Y ahí, entre otras cosas, faltó plancha.
Juntos entraron al recinto, juraron, como es de rigor, por Dios, la Patria y por Él en sus nuevos cargos de Presidente y Vicepresidente. En realidad la que juró por él fue ella, él no juró por él, pero si hubiese podido hubiese jurado por él, él, no por el de ella. Tuvimos esa foto, que todos presagiábamos desde que ella dejó de hacerse los rulos para dar el sí.
Ellos regirán nuestros destinos los próximos cuatro años, ellos estarán a cargo de este país. Tal como lo decidió la mayoría de manera aplastante y contundente el 23 de octubre. Ahora sólo nos queda acompañar, ahora sólo nos queda pedir que les vaya bien. Por que si le va bien al país, nos va bien a todos.
Es hora de que este país empiece a despegar. Es hora de que a este país se le dejen de poner parches, endebles y mal pegados, y comience a crecer de verdad. Sin dibujos ni falsos índices. Es hora de que se creen nuevos puestos de trabajo, y se deje de dar subsidios. Es hora de que este país deje de tener clientes y pase a tener votantes, con voto independiente. Y no votantes que sólo votan para seguir teniendo un subsidio.
Ojala la despedida de Cobos haya sido el último acto de intolerancia de este gobierno y sus seguidores. Sentí vergüenza, propia y ajena de cómo se trató en ese recinto, por el que pasaron tantos prohombres que hicieron grande a nuestro País, a un vicepresidente de la Nación.
La Presidente resultó electa por voluntad del 53% del padrón electoral. Cuenta además, con mayoría absoluta en ambas cámaras. La oportunidad es inmejorable. Ella tiene en sus manos la posibilidad de escribir una página importante en nuestra historia. Espero que elija para escribirla, una estilográfica de lujo, esas que hacen una letra impecable, clara y legible. Y no una birome de mala calidad, de esas que parecieran tener un clavo en la punta, y solo permiten hacer garabatos ilegibles. ¿No?
Besooo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Sólo a veces...

A veces mis pensamientos me abstraen, me distraen. Me aíslan del mundo que me rodea, me conducen a otros mundos no sé si cercanos o distantes. Me colocan en una burbuja impenetrable, a la que sólo ellos pueden acceder.
Provocan mi interés y me hacen caer en sus redes, haciendo que no existan más ratones, y convirtiendo las calabazas en carrozas. Un viejo truco que siempre me hace caer, y perderme en ellos pero no busco la salida por que no lo sé, no tengo conciencia. Ellos ocupan mi interés, es todo lo que veo, lo que me rodea, tienen mi control y lo hacen suyo.
Pero otras no logran abstraerme aunque lo intentan denodadamente, me provocan, me tientan. Pretenden invadirme y no los dejo, entonces cambian la táctica, me invitan amablemente, invitación que naturalmente yo declino. Es en esos momentos en los que les demuestro que no siempre caigo en su viejo y trillado truco.
El alejar mis pensamientos hace que me conecte con mi derredor, y justamente al conectarme con mi derredor ví lo que ví. En realidad, en uno de los casos ver no vi nada, porque fuí encandilada, pero percibí e imaginé, y eso es mucho peor que haber visto lo que no ví pero imaginé.
Entiendo perfectamente: no deben entender nada. Así que paso con mi relato a despejarles su incógnita, y a sacarlos de las ascuas en las que los he sumido. Ayer por la noche salimos a caminar con mi consorte. Estábamos esperando para cruzar la calle, estabamos parados en esas rampas que hay en las esquinas. De repente dos personas que iban en una moto nos interrumpieron.
- Permiso, permiso.
Yo los miré sin comprender, revisé rápidamente todas mis locas elucubraciones. Y ni por error constaba en ninguna de ellas por que una moto que estaba parada en la calle podía pedirnos permiso a nosotros que estábamos parados en la vereda. En una rampa para discapacitados esperando a cruzar la calle. La verdad no entendía, como no nos corríamos subieron la rueda a la rampa. No nos quedó otra opción que corrernos porque esta gente estaba empeñada en pasar a como diera lugar.
Así que asombrada, sorprendida y turbada como estaba me corrí. Los señores en cuestión tenían que usar la rampa para subir a la vereda y estacionar en ella, obviamente. ¿Para qué es la vereda, sino para que las motos circulen y estacionen libremente? Es lo lógico ¿no?.
El segundo episodio encandilístíco fue también protagonizado por una moto, pero en este caso de delivery. Este abnegado repartidor, subió a la vereda con su moto y su enorme luz encendida. La luz no era de él, es más creo que distaba mucho de ser un iluminado, la luz era de la moto.
Pasó por al ladito mío, cerquita, cerquita, pegadito, pegadito, casi pude escucharlo respirar. Exhalar no, por que iba bastante rápido. Lo afirmo y confirmo por que lo sentí y percibí, por que estaba encandilada. En el caso del repartidor con iluminación artificial, hay dos cosas por lo menos que no entiendo de su accionar, ¿por qué por la vereda, y por qué con la luz prendida?
¿Será esto también misterio de fe, como decía la Hermana Victoria? No lo sé. Lo ignoro y desconozco. Lo que si sé es que desde este, mi pequeño bastión de causas perdidas y quejas estériles seguiré bregando por: ”veredas sanas y libres de ciclistas, motoqueros, y engendros rodantes”.
Besooo.
Y que tengan un muy buen fin de semana :-D

jueves, 1 de diciembre de 2011

Juro que hay un conjuro

Cuando era chica, mi amiga Sandra Sosa me develó la existencia de una regla de oro para determinar si una sorpresa era buena o mala. Debía conocerse con certeza, de manera indubitable, a que grupo pertenecía la sorpresa en cuestión, a fin de echar mano al conjuro que eliminaría de raíz todo rastro de sorpresa mala.
La citada regla era de una seriedad incuestionable, además de infalible. Las señales eran claras, de lo más simples, y se anticipaban al suceso en cuestión. Esto tenía una profunda base científica basada en la observación y las experiencias recabadas del Universo que nos rodeaba, lo que le garantizaba su fiabilidad.
Y si eso no era suficiente, había referencias, sólidas e irrefutables, que servían de basamento. Generalmente se aludía a experiencias que había tenido a una chica que era prima de una amiga de otra que iba a 4 grado, la chica de referencia, había ignorado a conciencia a la regla determinadota de sorpresas y le fue mal en una prueba. Otro chico, que vivía en el mismo barrio que la abuela de una vecina, que ya no vivía más en nuestro barrio, no utilizó el conjuro para contrarrestar la mala sorpresa y repitió el grado.
Lo reconozco, las referencias eran un poco vagas, pero en ese momento de nuestras vidas, para nosotras, eran fuentes confiables y fidedignas.
Hechas las aclaraciones pertinentes, paso a develarles la regla de oro, que otrora me develó Sandra Sosa, para determinar a que grupo pertenecía la sorpresa. Es muy simple: “Si te late el ojo izquierdo la sorpresa será mala, y si te late el derecho la sorpresa será buena”. Así es de sencilla y de arbitraria al mismo tiempo. El conjuro para contrarrestar el latido del ojo izquierdo consiste en tocarte inmediatamente el ojo, sacarte la sorpresa mala, ponerla en la palma de tu mano, y soplar. La reversión es inmediata.
Así de simple, y así de complejo. Por que si te pasaba como en mi caso que confundía, y a veces confundo, bueno, siempre, la izquierda con la derecha. Estabas en verdaderos problemas, porque en lugar de hacer volar la sorpresa mala, hacías volar la buena.
Por suerte la regla del conjuro, contenía su excepción, que era: “Si vos creías que el ojo derecho era el izquierdo igual valía como sorpresa mala”. Entonces en lugar de un cataclismo irreparable la vida te recompensaba con algo bueno. Se ve que el yerro entre izquierda y derecha era bastante común entre el piberío.
Igual a mi las sorpresas a largo plazo mucho no me gustaban, por que siempre fuí, soy y seré ansiosa. No podía, puedo ni podré esperar a que se produzcan. Lo que más me gusta son las sorpresas que son sorpresa. Las instantáneas, espontáneas, las que son sorprendentes, esas que te hacen caer la mandíbula.
Y en lo posible que esas sorpresas que te hacen caer la mandíbula sean buenas, buenísimas o mejores. Y si no… echamos mano al conjuro, que para eso está ¿no?
Besooo.