lunes, 30 de enero de 2012

SUBE, la gran quimera...

Estos días estuve mirando con terror, horror y espanto las multitudinarias colas que hacían los sufridos usuarios para conseguir su tarjeta SUBE. Los miraba con empatía, solidaridad, ternura y un poco de alivio.
Ellos estaban allí, debajo del sol, haciendo colas interminables, nutridas, en las que permanecían horas y horas. Sin que ninguno de los responsables de que ellos estuvieran allí les alcanzara ni un mÍsero baso de agua. Por suerte, gracias al cielo y a mi consorte que me la regaló, yo tenía hacía dos años mi Tarjeta Monedero.
Una vez el destino me había protegido bajo su ala. Esta vez no me había señalado. Esta vez, extrañamente, los señalados eran ellos. Pero hubo algo que nubló mi inmaculado cielo cerúleo, algo que lo pobló de negros nubarrones que se ciernen amenazantes sobre mi cabeza sin la mínima intención de desaparecer.
Todo comenzó cuando escuché a mi consorte verter duros epítetos, “¿Qué pasó?”, le dije. “La Monedero no corre más”, me dijo. “Y lo peor es yo acabo de cargarlas”. No voy a transcribir, pero imaginen haber leído al menos una página y media de epítetos. Esta vez, proferidos por mi, muchos piiiipiiii, piiiiipiiiiii, y unos cuantos:”@#¿?*¡!#”.
En ese terrible momento, sólo venían a mi cabeza preguntas retóricas, frases sin sentido, reproches inútiles, compulsas, reclamos al cielo, a la vida, al mundo, al universo, y sobre todo a mi destino. Mi destino que no para de reírse a carcajadas en mi propio rostro, mi destino que siempre me señala para ser su objetivo, su blanco móvil. “¿Por qué sos tan cruel?”, le dije. Pero él nada me contestó.
Debíamos conseguir la tarjeta SUBE, era perentorio. El viernes mi consorte intentó en Once, pero no habia más formularios. Esa noche, estaba haciendo zapping, y por esas cosas del destino ví el desinformativo de la Televisión Pública, 6,7,8,. Pasaban un informe concienzudo, sobre expresiones vertidas por Susana Andrada, de Defensa al Consumidor, en relación a la tarjeta SUBE y su distribución.
Ella sostenía que no era fácil conseguir la tarjeta porque no se había informado debidamente sobre cuales eran las bocas de expendio. Y que por eso todos se concentraban en las más conocidas. Andrada, también planteaba que sólo se habían dado dos millones de tarjetas y que a este paso no se iban a poder entregar a tiempo los cinco millones restantes.
En el informe, una voz en off, defenestraba a Susana Andrada con un serio, sólido y demoledor argumento. Sostenía que la única vez que ella se había subido a un micro fue en su viaje de egresada. Y que ella creía que la gente viajaba en palo. Un chascarrillo de lo más desopilante, obviamente, solo para personas de altísimo CI.
Pero los 6,7,8, demostraron que la realidad distaba mucho de lo expresado por Andrada. Probaron de manera palmaria e indubitable, que todos mienten, menos ellos, naturalmente. Para ello emitieron una nota en la que mostraban a dos personas, dos, un hombre y una mujer. Ambos daban testimonio de lo fácil, rápido y sencillo que era conseguir la tarjeta pasajística en cuestión
En el referido informe, se veía de fondo una muchedumbre haciendo una cola interminable. Una imagen un tanto contradictoria, si se me permite la expresión. ¿Cómo habiendo tanta gente hicieron tan rápido? Eso no lo explicaron en 6,7,8,. Pero si algo me enseño la Reverenda Madre Victoria, es que los milagros existen, y si no los entiendo, no importa, es “Misterio de Fe”. Por lo tanto tampoco se discuten y mucho menos se cuestionan.
Tomando en cuenta esta premisa, el sábado por la mañana buscamos en Internet, los lugares de expendio de la SUBE, próximos a nuestro domicilio. Y allí nos dirigimos con el DNI en mano y nuestra fe como aliada, en busca de nuestra bien amada SUBE.
El primer lugar era una librería que nos quedaba a una cuadra de casa, llegamos allí y está cerrada por vacaciones hasta el 6 de febrero. Bueno, un tropezón no es caída, así que sin siquiera lamentarlo nos dirigimos al segundo punto de nuestro itinerario.
En el Correo Argentino, al llegar vimos en la puerta un monono cartelito impreso que rezaba: “Tarjeta SUBE sin sistema”. Como iba con mi fe pensé: “Quizás ese cartelito es viejo”. Así que abrí la puerta y escuché como una dulce empleada le rugía a una pobre señora por esa especie de micrófono: “¿No vio el cartel de la puerta? Si ve que no hay sistema para la SUBE ¿Para que entra?”.
“Ah bueno”, pensé, “no hay sistema, ni tarjeta, ni educación y mucho menos buen trato. Menú completito como siempre”. Como soy muy afecta a los dichos y refranes me dije: “no hay dos sin tres”, “la tercera es la vencida”. Y allí nos fuimos los cuatro mi consorte, nuestras fes y yo con los dedos cruzados y un Pilato en el pañuelo. Por las dudas, en estos casos lo que abunda no daña.
Pero al llegar al tercer lugar había un cartelito no tan monono escrito con birome azul, verde y un poco de bronca, que decía: “No damos SUBE”, corto, conciso, tajante, demoledor. A decir verdad, tanto a Dany como a mi, a esta altura ya la fe nos había abandonado. Creo que se quedaron mirando vidrieras en el Shopping Caballito.
Así que decidimos seguir solos al cuarto punto. Mientras íbamos caminando sentencié: “Si los llego a encontrar a Tomada o a Schiavi, en la cola para sacar la SUBE les voy a decir sus verdades”. “No” me dijo Dany, “no los vas a encontrar por que ellos “renunciaron al subsidio””. Ufa, el único incentivo que tenía y este hombre me viene a arrebatar la ilusión de esta manera. No hay derecho
Cuando llegamos al cuarto punto de entrega estaba pegado en la puerta de ingreso al local este cartelito
Tarjetas SUBE Agotadas
En vista del fracaso obtenido, llamamos al teléfono 0800-777-7823, donde una hermosa voz grabada me dijo que el horario de atención era de Lunes a Viernes de 9 a 20… Al igual que Dios, los de la SUBE atienden sólo en Buenos Aires, de Lunes a Viernes, en horario de oficina.
¿Continuará?
Besooo.

viernes, 27 de enero de 2012

Ella ¿acusa?

Ella retornó a la escena política. Volvió, por suerte, repuesta, rebosante de salud, bella, exultante como siempre. Con un riguroso luto, aún, y , sin su maltrecha tiroides. Descansó, recargó pilas, volvió. Y lo hizo con todo. En su primera aparición pública levantó el dedito contra las petroleras y las ONG ambientalistas.
Las petroleras, por el momento, hicieron mutis por el foro. Parece que no tienen en carpeta contestarle. Tal vez no convenga, o quizás mejor dejar todo como está. Nunca se sabe “¿Cómo?”, “¿Dónde?”, “¿Por qué?” o “¿Para qué?”. A veces es mejor dejar todo como está, y guardar violín en bolsa, que hablar de más y embarrar lo que no se tenía que embarrar.
Pero Greenpeace no tiene esos problemas, y mucho menos compromisos, por eso ayer le contestó. Por si no lo recuerdan, o no escucharon o estaban muy dentro del frasco, nuestra Primera Mandataria dijo que : “Jamás escuchó a una ONG ambientalista criticar al Reino Unido por lo que estaba haciendo en Malvinas”…
La Directora Política de Greenpeace dijo que ellos no se sienten aludidos por los dichos de la presidente, porque ellos siempre han hablado sobre la explotación petrolera. Incluso en 1998 denunciaron la explotación off shore de recursos fósiles en la plataforma de Malvinas.
¡Que extraño!, la presidente hablo de las petroleras, criticó a las ONG ambientalistas por no decir, lo que a su criterio tenían que decir. Pero, de las mineras y en especial del Famatina, no dijo nada, pero nada, nada, de nada. Claro, tal vez con el tema de la intervención y las vacaciones se desconecto y no lo recordó.
Pero yo lo voy a recordar, porque hay mucha gente que sí lo recuerda, y sobre todo lo padece y lo padecerá. El Famatina es uno de los picos más altos de Argentina. Contiene un yacimiento aurífero. Una empresa Canadiense pretende instalarse allí y abrir una mina a cielo abierto, para la explotación de ese metal. Este un Mega proyecto minero a cargo de la Barrick Gold Corporation. Esto no trae aparejada una posibilidad de desarrollo para la región, por el contrario, no deja la más minima ganancia a la provincia. Y aunque las dejara el desastre ambiental que produciría este tipo de explotación no podría resarcirse ni con todo el oro del Famatina, ni del mundo.
Los pobladores, naturalmente se oponen a esta explotación porque implica riesgos para su salud. Para extraer el oro, se hacen explosiones que liberan metales pesados, como el arsénico, cadmio, y plomo entre otros, que obviamente son contaminantes del agua.
Muchas organizaciones, gente de la cultura e incluso artistas, están apoyando públicamente la causa de la no explotación del Famatina. El tema llegó incluso al Festival de Cosquín, de la mano de Rally Barrionuevo. Quien proyectó imágenes de una marcha contra la explotación minera con leyendas como “el Famatina no se toca” ó “el Famatina no se vende”. Aunque, esto sólo fue visto sólo por los allí presentes, por que en la Televisión Pública nada de esto se vió.
Este festival es transmitido por canal 7, pero da la casualidad que esas imágenes no salieron al aire. ¿Que habrá pasado? ¿Se habrá cortado un cable, el satélite, la señal, la microonda? No lo sabemos, pero salir no salió, en su lugar el canal puso una larga e instructiva tanda publicitaria. En fin, cosas que pasan.
A veces el dedito acusador se levanta muy rápido hacia los demás. Para apuntarlo hacia nosotros somos más reflexivos y meditabundos. Como decía mi abuela Máxima, ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
“Podemos vivir SIN ORO, no podemos vivir SIN AGUA. EL FAMATINA NO SE TOCA”. Mi solidaridad infinita con la gente de Famatina.
Besooo.
Que tengan un muy buen fin de semana :-D
cerro con bandera

miércoles, 25 de enero de 2012

Delicadas paradojas

Lábiles, sutiles, banales y eternas, perecen y permanecen con una existencia infinita y a veces inútil. Son contradictorias en si mismas, implican un contrasentido permanente. Pueden mutar de útiles a inútiles, en un lapso de tiempo muy acotado, tan solo un segundo que marca la diferencia y obra la contradicción.
Sus tamaños, formas, materiales y colores varían. Van de lo absolutamente llamativo y atractivo, a lo profundamente espantoso. En su mundo no hay reglas, solo estamentos, números y a veces, en la minoría de los casos, nombres.
Suelen volar alto y llegar hasta el cielo pero bien, bien arriba. Nos maravilla mirarlas, verlas en plenitud en lo alto. Pero no tienen termino medio, otras veces llegan a lo más bajo, caen y caen hasta quedar revolcadas en el fango.
Portan y contienen parte importante de nuestras vidas, a veces sólo gironés o deshechos de lo que fue. En algunos casos son las orgullosas poseedoras de nuestro pasado e incluso de nuestro futuro
Ellas son así, agradables y no degradables, eficientes e ineficientes, efímeras y eternas. Hechas a imagen y semejanza de sus creadores, una paradoja en sí mismas. Llegaron a nuestras vidas como la gran maravilla revelada, a fines del siglo pasado, y tal vez lo hicieron para quedarse. Ellas son a la vez las necesarias, innecesarias, útiles, inoperantes, amadas, odiadas, detestadas y contaminantes bolsitas de polipropileno, plástico y afines.
Nos siguen y nos persiguen ofreciéndonos sus servicios engañosos. Y lo peor es que solemos caer en su bien tramada y disimulada trampa. Por más que usemos la bolsita de las compras, tratando de cuidar a nuestro maltratado planeta. A veces nos quedamos cortas con la bolsa o largos con las compras.
Y es en esos momentos en los que ellas se hacen presentes, como lo hacia el Demonio ante el Fausto, y, de la misma panera te proponen “un pacto” que no podés rechazar. Un pacto del cual te vas arrepintiendo a cada paso. Un pacto que sufrís y padeces por sus consecuencias.
Un pacto que sufrís en carne propia, en el mismo momento en que las inocentes manijas de las bolsas, se van haciendo finitas, finitas, finititas. Y comienzan a introducirse como cuchillos mal afilados en tus manos, tratando de penetrarlas.
En ese momento sólo una pregunta ocupa tu mente toda: “¿Cuánto resistirán?” La pregunta es muy amplia, si te referís a tus manos entumecidas. Que a esa altura pasaron por una amplia gama de colores que fueron del rojo bermellón al violeta, para terminar en un blanco amarillento. O a las manijitas finitas que no sentís pero vez que en cualquier momento se cortan.
La desesperación te invade e invocás al cielo para que resistan las manijas de las bolsas y tus manos, aunque en ese momento tus manos poco importan porque casi no las sentís. Entonces se produce ese quiebre, ese momento crucial que presagia la desdicha y la tragedia.
Ese momento que nunca hubieras querido vivir y mucho menos presenciar, ese momento que es el momento en el que ves rodar los duraznos, junto con los tomates y la cebolla. Ese momento en el que ves a la espinaca que cae a plomo sobre los vestigios de vereda y sobre ella los huevos. El desastre más absoluto.
Tratando de contener las lagrimas, la ira, la vergüenza y todo eso que sentís. Siempre manteniendo la mayor dignidad posible y sobre todo poniendo mucha actitud al levantar todo el verdurerío desperdigado a lo largo de por lo menos dos veredas.
También podríamos capitalizar nuestro desastre bolsístico. Y tomar el desparramo como una experiencia, una aventura sin desventura. Tratando de experimentar lo que se siente al cosechar los vegetales de nuestra propia huerta. O pidiendo que la próxima vez nos pongan doble y hasta triple bolsa.
Besooo.

jueves, 19 de enero de 2012

Impalpables y sublimes

Se creen etéreos, aéreos, abstractos e irreales. Tienen la certeza de ser visibles, y la convicción de que se los puede atravesar como al aire, elemento del que aseguran estar compuestos. Su esencia sutil, les permite permanecer en su lugar aferrados, inmutables, sin importarles nada, porque la nada misma los atraviesa.
Todo gira en su derredor, se centran en ese espacio que han elegido para permanecer y tal vez arraigarse. Nada los perturba, ni los inmuta. Ni siquiera los otros seres que son carnales, corpóreos y terrenales. Porque ellos son diferentes, lo saben y lo sabemos.
No permiten el paso a menos que los traspasen, nos incorporan a su escenario para que los contemplemos y, admiremos con asombro la plenitud de su elevada existencia. Sin duda provienen de otros mundos debido a su composición volátil, vaporosa, inmaterial pero visible. Al menos eso es lo que ellos creen, y lo que nos quieren hacer creer.
Pero yo les digo: “No, no lo creo”. No sé si esto será una moda veraniega o se extenderá hasta la temporada otoño – invierno o quizás todo el año (o hasta el 21 de diciembre que es el día que dicen se viene “la fin del mundo”). Por mi bien y sobre todo el de ellos espero que no.
Parece que la nueva costumbre, usanza, modalidad, hábito y/o manía en el ámbito supermercadístico, es acampar delante de las góndolas. Si, gente que se establece y hecha raíces muy profundas delante de las góndolas.
Miran, observan precios, características del producto, lo comparan con otros, organizan debates con su acompañante, acompañantes, otros campistas y/o empleados. Todo un estudio de marketing pormenorizado y exhaustivo, mientras uno espera lo más pacientemente que puede. Repitiendo “Permiso…” como un mantra sin siquiera ser por ellos registrado.
Al ver que la sutileza con ellos no funciona, te ves obligado a echar mano a otros métodos menos sutiles. Dominándote, reprimiéndote, y tratando, obviamente, de no llegar a la crueldad, ni a la lesión permanente.
A fin de abrirte camino, impactás suavemente tu chango contra el suyo, como para hacerles notar que no podés pasar porque ellos están ocupando todo el pasillo con su chango colocado al bies.
Con esa pequeña acción tratás de inducirlos a que noten, y por tanto se den cuenta que, aunque ellos tengan la firme creencia y convicción que son etéreos, no lo son. Que se enteren de una vez por todas, que no se los puede atravesar como al fantasma de Canterville.
Que tomen conciencia de que si no se corren, con ellos desparramados por todo el pasillo, no podés pasar, por más que tengas la mejor voluntad de este mundo. No vas a poder lograrlo, al menos en esta vida. Porque vos tampoco sos inmaterial.
Está bien lo reconozco, me hago cargo. Conozco y reconozco mis falencias y debilidades, pocas cosas me irritan, enfurecen, y malhumoran más que ir al supermercado, ni siquiera planchar. Pero este nuevo y generalizado hábito maniático, piquetero de góndolas, me está sacando de quicio.
Besooo.

miércoles, 18 de enero de 2012

Reclamos Paternos

El sábado por la noche recibí una suerte de “pedido de post”. Y, como nobleza obliga, aquí estoy cumpliendo lo que prometí. Resulta que nuestros amigos, Sonia y Horacio, festejaron su aniversario de casados.
Estábamos disfrutando de la reunión y departiendo muy animadamente. Como siempre una cosa trajo la otra y no sé como este blog se convirtió en tema. El papá de Sonia, que se llama Julián padre, me dijo: “Vos siempre hablas de lo que te molesta. Ahora te voy a decir lo que me molesta a mí.”
A mi atención el tema le pareció de lo más interesante, así que, ladeó su cabecita y paró sus orejitas, para escucharlo mejor. Después de escuchar lo que escuchó, me miró y me dijo: podemos hacer un post sobre los reclamos paternos. Juntamos los que tiene Julián padre y los que tiene tu papá Antonio. Que si bien es padre, no es Antonio padre. En fin.
Comencemos por el principio, lo que a Julián padre le molesta, puntualmente, es: “Cuando estás esperando en un banco, repartición publica, atención al cliente de alguna cosa, si la persona con el número precedente se va porque se equivocó de número, o porque solucionó su problema, o porque se acordó que dejó la canilla abierta o lo que fuera, le da su número al primero que aparece y no al que tenía atrás”.
Yo me puse a pensar sobre el particular, y la verdad es que tiene razón y mucha. Además de ser de lo más injusto que nuestro predecesor entregue su número así livianamente al primero que aparece sin que nada importe, también constituye casi una deslealtad, una cuasi traición, un desprecio, un desplante, la confirmación indubitable de que nada le importamos.
Entonces comenzás a preguntarte “¿Cómo puede favorecer así livianamente a un recién llegado? ¿Cómo puede ignorarme a mi, la persona que entró pisándole sus talones, la persona que estuvo detrás de él, la que conoce su nuca y su espalda palmo a palmo, como nadie la ha conocido? ¿La persona que lo estuvo viendo bufar durante media hora porque había sólo un empleado atendiendo, y más lento que una tortuga? ¿La persona que cuando él dijo “¡Qué calor!” fué la única que asintió?”
¿Donde están los sentimientos de nuestro accidental predecesor? ¿Cómo se puede desfavorecer así a un compañero de espera, ya casi amigo, un hermano de espera que nos ayuda a sobrellevar esa amansadora. No se puede ser tan insensible, no se puede actuar así sin que nada importe,
Coincido con Julián padre. Tiene razón en hacerse y hacernos este planteo. Hay que actuar dentro de ciertos parámetros, respetar ciertas normas que si bien no están escritas, surgen del sentido común y el buen gusto.
Recordémoslo, el número anterior y el posterior son solo una coyuntura accidental. La situación no es eterna, puede cambiar y darse vuelta en cualquier momento. Teniendo esto en cuenta, pongámonos en el lugar del otro , que nos pasaría a nosotros si la persona que nos precede blandiendo su numero menor en nuestra cara, se lo diera al primero que aparece. ¿Nos gustaría?
Ahora pasemos a mi papá, a él lo molestan varias cosas, después de todo es mi progenitor, soy sangre de su sangre… Pero puntualmente le molestan dos cosas. Primero: que le dejen botellas, botellitas, latas en el porta residuos. Eso lo enfurece, pero tiene un motivo.
En provincia no se encuentra un cesto ni de casualidad, y lo que no está dentro de una bolsa, el basurero que no tiene muchas ganas de trabajar no se las lleva. Así que tiene que tomarse el trabajo de abrir la bolsa para tirar el contenedor bebedístico que le hayan tirado.
Otra de las cosas que le molestan es que su vecino de enfrente tira a su vereda todos los soruyos que encuentra en la de él. El modus operandi de Constante, su cochino vecino, es el siguiente. Este señor no soporta que los perritos le fertilicen la vereda, entonces en lugar de levantar el fertilizante en cuestión con una palita y tirarlo a una bolsa, este señor toma su puntada escoba que utiliza a modo de palo de golf. Practica un deporte del que es el único federado aunque tal vez algún día quiera hacerlo olímpico. Y hace tiro al soruyo tirando todos las popiadas que encuentra en su vereda a la de enfrente, impactándolos y haciendo blanco con ellos en la vereda de mis padres.
En este ultimo caso, coincido y me solidarizo completamente con mi padre. Él no tiene la culpa de que los peritos del barrio, quien sabe por que asociación, hagan número dos en la vereda de Constante. En todo caso que ponga un cartel o le diga a los dueños de los perros que levanten su producto.
Que haga lo que quiera con el producto, que lo tire, que lo venda por Internet, que lo regale. Menos tirarlo a la vereda del vecino. A menos que quiera hacer publico y expresar al mundo que es un verdadero desconsiderado y por demás asqueroso.
Besooo.

lunes, 16 de enero de 2012

Consigo sismo

A veces suele pasar, otras no. Últimamente está pasando, lo que no alcanzo a comprender es su aleatoriedad e independencia. El porque en estos calurosos y soleados días de verano, en lugar de tomarse vacaciones, mi atención permanece atenta, conectada. Eso hace que se enfoque, oriente. De esa manera ella se expresa y me apresa.
Su siguiente paso es mirar, seleccionar, y evaluar cuidadosamente su objetivo. Una vez que ha seleccionado cuidadosamente el objeto de su interés, a veces a base de sutilezas, otras utilizando métodos y sistemas menos ortodoxos, se esfuerza y me fuerza a convertirlo en objeto de mi interés.
Sin ir más lejos el otro día me tendió una trampa, y yo inocentemente caí en ella y quedé atrapada. Mi atención primero hizo que notara a una chica que pasó caminando a mi lado. Luego a un señor que iba en el colectivo, después una señora que estaba caminando en el parque Rivadavia. Finalmente un chico que iba caminando delante de mí.
¿Qué tenían todos estos seres en común que atrajeron mi atención? Iban hablando solos por la calle, sin auriculares, sin telefono, sin manos libres, sin pila, sin cable y sin piedra. Hablaban consigo sismos.
Y no se trataba de una corta reflexión como por ejemplo:”Me olvidé las llaves”, “Me estoy quedando sin batería”, “¿Para donde tenía que ir?” ,“Tenia que tomar el colectivo para el otro lado” o “¡Que tonta, me bajé mal!”.
No, no y no, nada de eso. Ellos mantenían largos y entretenidos soliloquios a viva voz y frente a quien o quienes quisieran escucharlos. Conversaciones que incluían además reflexiones, preguntas, respuestas, relatos vehementes, ademanes, gestos, gestitos y hasta contaba con interrupciones.
Y no estamos hablando de gente con cierta patología psiquiátrica, no. Estoy hablando de gente mentalmente sana, como ustedes o como yo, bueno, yo tal vez no sea el mejor ejemplo. Me refiero a que esta gente no buscaba un interlocutor entre los transeúntes. Tampoco hablaban con un ser imaginario que iba a su lado. No, para nada, lejos de ellos.
Estas personas hablaban, se contestaban y discutían con ellos mismos, con su propia persona. No fueron las únicas que ví. A partir de ese momento mi atención y yo comenzamos a notar que esto está bastante generalizado.
No digo que sea una especie de síndrome, pandemia y mucho menos epidemia. Yo lo estuve pensando, lo discutí bastante conmigo misma, claro, siempre dentro de mi ámbito marular. Y se me ocurrió una “posible explicación”. Enfatizo “posible”, tampoco soy adivina.
Tal vez esta gente iba tan ensimismada en sus pensamientos, tan compenetrados, que estos los trascendían y los superaban. Y como estar dentro de ellos para sus pensamientos no es suficiente salen a través de sus bocas, captando las atenciones ajenas e intentan meterse en nosotros a través de nuestros oídos.
Sí lo sé, mi teoría es sumamente loca y disparatada. No van a negarme que es mucho más amable y pintoresco pensar eso. Que pensar que a esta gente le saltó la térmica y por más que baje la llave seguirá saltando porque están en corto. O dicho en buen castizo: esta gente perdió la razón y no la encuentra por más que la busque.
Besooo.

miércoles, 11 de enero de 2012

Acción retardada

Comenzamos a celebrar su venida con mucha ansiedad, antelación. Con un simbolismo abarrotado e indubitable la aclamamos y proclamamos. Hay quienes la halagan, la tientan para que se quede por siempre entre nosotros, su deseo los ciega, no ven que eso es imposible.
No se dan cuenta que ella no podría quedarse entre nosotros aunque quisiera, porque es efímera. En ello radica su magia, esa magia que nos despierta sensaciones agradables, felices, casi infantiles. Provocando nuestro perpetuo deseo de tenerla por siempre, para siempre, cueste lo que cueste.
Hoy es 11 de enero, y todavía puede verse en las entradas de los edificios, comercios, restoranes, supermercado, casas y departamentos decoraciones navideñas. Yo me pregunto ¿hasta cuándo deben mantenerse esos maravillosos objetos, íconos de la feliz navidad y año nuevo que hemos pasado?
No digo que no lo entiendo, solo lo pregunto. Todos los años pasa lo mismo, juramos y perjuramos que al año siguiente no nos va a pasar. Prometemos e imploramos al cielo y al universo. Pero todo es inútil, la inminencia de las fiestas trae consigo una amnesia fulminante, y al año siguiente hacemos exactamente lo mismo.
Nuestra perdición comienza a fines de octubre, cuando todos los ex todo por dos pesos comienzan a tentarnos con sus bellas y emotivas ofertas navideñas. Que consisten en adornos, adornitos, boas, luces, lucecitas, estrellitas, moños varios. De los que ya tenemos suficiente, pero esos no nos bastan, queremos más.
Nuestro espíritu navideño y consumista está a tope. Contamos los días, las horas, los minutos esperando que sea el momento de armar el arbolito y colocar todos, todos, todos esos elementos que hemos adquirido. Generalmente el entusiasmo nos gana, y compramos más de lo que podemos colocar.
Pero ¿que importa? ¡Es navidad! Así que colocamos todo, todo, todo lo que compramos. Que es obviamente más, mucho más de lo que nuestro arbolito, paredes, puertas, cortinas y entradas soportaban. Lo bueno es que toda la familia colabora a colgar, colocar, armar, poner. Pero como dije, en esos momentos de alegría nada importa, nuestro entusiasmo, optimismo y espíritu festivo está a tope y no se piensa en el después.
Aunque deberíamos haberlo hecho, por que “el después” es amargo y sobre todo solitario. Los adornos bellos, coloridos, llamativos, esos que amaste cuando los compraste, están cubiertos de polvo, y con alguna que otra araña o arañita que hizo un nido o nidito en ese bello lugar.
A la familia entusiasta que antes colaboró en el armado, colocación y demás, se le ha ido el entusiasmo festivo. Y sin entusiasmo y con calor ni cuentes con que te vayan a ayudar a desarmar ese engendro y mucho menos a catalogarlo y guardarlo en cajas.
Y ahí estás vos, sola o solo, sin el espíritu festivo y con calor, mucho calor, frente a ese engendro festivo. Lo mirás una y otra vez y te preguntas desorientada, casi con desesperación “¿Por dónde empiezo?”. Entonces algo que distrae, requiere tu presencia y te releva del desarme. Es en esos momentos en que te sentís útil, requerida/o y agradecés al cielo porque así sea. Y lo vas postergando, y postergando, y postergando.
Cuando querés acordar es agosto, o septiembre. Entonces te preguntás “¿Para que lo voy a sacar? Si después de todo dentro de dos meses lo voy a tener que poner de nuevo.” Está muy bien, has sido una de las tantas personas que ha cumplido con la premisa navideña.
No solamente has mantenido en tu corazón su espíritu, sino también en tu living, en tu balcón, en tu pallier… Y también en tu PC. Con ese monono wallpaper que pusiste a fines de noviembre.
Besooo.

lunes, 9 de enero de 2012

Palabras que engañan

El viernes me dirigía debajo de ese sol rajante, a una hora un tanto desapacible. Pense que eso podía desalentar a personas que pudieran precederme. Allí iba yo o mejor dicho, nosotros, porque iba con mi consorte que oficiaba de sostén moral. Esquivando gente malhumorada y acalorada. No sé que era consecuencia de que, si el mal humor se debía al calor, el calor al mal humor, o si tal vez todo se debía a un resabio de los pasados festejos. La cuestión es que allí estábamos nosotros, encaminándonos con paso firme y férrea decisión, voluntad y determinación. A finalizar el trámite que me había quedado inconcluso.
Todo ello gracias a la estrechísima visión y, peor voluntad de un burocrático empleado de la AFIP. O DGI como la llamo yo “cariñosamente”. En realidad, para ser sincera, delante de la sigla DGI agrego un “los” y un calificativo que, no voy a hacer constar aquí. Primero porque me incrimina y puede ser usado en mi contra, y segundo por que no queda bien.
Caminabamos entre la muchedumbre, yo perdida en mis pensamientos. Pasando y repasando atentamente mi repertorio, buscando denodadamente algún o algunos insultos y/o improperios, que sonaran hirientes pero elegantes. Para espetarle a ese burócrata en medio del rostro y con mucho estilo, en caso, claro está, de ser rebotada nuevamente.
De repente escuché, mejor dicho las escuché. Palabras atractivas que fuera de contexto sonaban de lo más interesantes. Eran palabras que me provocaron, eran “las palabras”. Decían todo y no decían nada. Por lo que, sin solución de continuidad, retorné inmediatamente a este mundo y sintonicé mi atención en su dirección.
Quien las enunciaba y proclamaba era un chico de unos 20 años con lentes oscuros, que hablaba en un tono no muy privado, por celular, declarando: “Yo de mi vida privada no hablo con cualquiera”, lo dijo dos veces, enfatizando lo de “vida privada”.
Inmediatamente mi atención se puso a trabajar codo a codo conmigo, tratando de desentrañar la entrañada trama. Tratando de saber que pasaba en su vida privada, y porque no hablaba de ella con cualquiera. Who´s that boy? ¿Quién era ese enigmático chico que caminaba por las calles atestadas bajo el rajante sol del Barrio de Once?
Sería una estrella o mega estrella de la pantalla chica, de la grande, tal vez un deportista, un top model… Quizás una de esas efímeras estrellitas instantáneas, que desaparecen igual o más fácil de lo que aparecieron. Lo desconocía, pero la curiosidad me carcomía, tenia que saber, no, debía saber.
Entonces decidí inmiscuirme en su "vida privada" escuchando su interesante y desprivatizada conversación, o monólogo. Por que en realidad sólo hablaba él, y aunque hubiera hablado el otro, yo no lo escuchaba, así que lo mismo daba. A medida que “su monólogo” se sucedía mi desilusión aumentaba en relación inversamente proporcional a mi interés.
Resulta que todo había sido una sucesión de chimentos mal llevados. Una suerte de teléfono descompuesto, seguidos por dimes y diretes mal contados, y peor entendidos que involucraban a una señorita. Cuya existencia podría conocerse por unos pero no por otros. Nada del otro mundo, ni aún mal mirado.
En fin, eso me hizo arribar a una conclusión:”los anteojos oscuros, el sol del medio día, el calor, las veredas atestadas y el “plan números amigos” o como se llame cuando se llama gratis, son una combinación letal. Y contribuyen a que el los seres humanos profieran palabras que engañan”.
Besooo.

viernes, 6 de enero de 2012

Autómatas Textuales

Caminan, se desplazan absortos, abstraídos y distraídos. Van por la vida en un estado casi catatónico, carentes de voluntad. Desconocen su entorno, que a su vez no los reconoce porque su voluntad también ha sido captada, domesticada y amaestrada.
Sus ojos fijos y casi sin vida no ven más allá, no ven otra cosa, ven lo que deben ver, nada más existe. Sólo hay una única cosa en la que se centran y se concentran, nada más importa, ni existe, ni vive fuera de ese acotado universo.
Desconocen su inmersión y su sumisión, sólo son autómatas, caminantes sin rumbo y a veces sin camino. Casi inertes se mueven por inercia, sin interés en otra cosa que no sea lo que capta su interés. Allí van ellos, pendientes y dependientes de ese sonido que los capta y los guía.
Ese sonido del cual pareciera depender su vida, su existencia toda. Ese sonido que todo lo contiene y lo tiene, y que les da cuanto ellos necesitan y requieren para seguir funcionando, existiendo y coexistiendo. En y con un mundo abstraído y absorto en su propia absorción, que los sorbe y absorbe.
Pero algún día, tal vez no muy lejano, ellos se darán cuenta que ese sonido que es su norte, su guía y su dios pagano, los hizo esclavos. Fue él y sólo él quien los tuvo pendientes y dependientes. El que ahora es señor en su señorío y los somete, pero que algún día será vencido e ignorado.
No entiendo porque todo el mundo últimamente está tan pendiente de los mensajes de texto. Caminan por esas veredas pulverizadas y atestadas. Porque dicho sea de paso, no se que pasó, pero Buenos Aires esta colmado de gente, un enero de lo más atípico. No se si serán o seremos los de siempre o estaremos importando.
La cuestión es que todos van mirando sus teléfonos móviles, que contienen el mensaje de texto del cual seguramente depende su vida. Por eso como su humor vítreo esta sumido y atrapado por la pantalla de cristal liquido, no pueden ver por donde caminan y mucho menos que vienen otros transeúntes por la misma vereda que ellos ignoran que existe.
Es por eso que están imposibilitados de ver que venís, pero vos si los ves, por eso tratás denodadamente de esquivarlos, lo que es una tarea complicada. En la que tenés que realizar una serie de peligrosas maniobras que no te garantizan el éxito de la empresa en cuestión.
Porque si los esquivás, chocás inevitablemente de frente contra otro absorto textístíco que viene del otro lado. O con la noble pared que casualmente no está leyendo un mensaje de texto, pero que no se puede mover, y seguramente es mucho más dura y raspa.
Dado que la gente no va a dejar de leer mensajes de texto por que se les ha generado una especie de dependencia, se me ocurre una idea. No sé que les parecerá, a mi me pareció interesante o al menos simpática.
Sería bueno que se crease alguna aplicación en la que se pudiera poner el móvil en piloto automático. Esa función nos trasladaría el mensaje de texto de dos formas: una podría ser que se escuchara en la voz de un locutor me-cá-ni-co, como cuando mandamos un mensaje de texto a un teléfono fijo. La otra, y la que más me entusiasma, podría ser un mensaje cantado. Esó sí, el ritmo lo selecciona quien lo recibe, a veces los gustos musicales suelen no coincidir…
PD.: Si esta aplicación aparece próximamente en su celular, ya saben de quien fue la idea.
Besooo.
Buen fin de semana :-D

jueves, 5 de enero de 2012

Llamado de atención

Como todo el mundo sabe, o al menos todos en este país, y por si hay alguien que estuvo ausente de este planeta, o no salió del frasco a tiempo para enterarse, les cuento. Ayer operaron a la Presidente, le extirparon la glándula tiroides. Por suerte la operación fue un éxito. Se recupera rápidamente, y dentro de 48 horas le darán el alta correspondiente.
Estos días estuve mirando y siguiendo con mi atención a pleno, como se sucedían los hechos atinentes a la intervención quirúrgica que se le iba a practicar a nuestra Primera Mandataria. En ese caso, sí esta bien poner la “a” que indica el género femenino, en el otro no, por que el género lo da el artículo.
Volviendo a los hechos, decía que estaba tranquilamente mirando todo el apoyo que estaba recibiendo nuestra Presidente. Y fue en ese momento en el que apareció mi atención que había captado a mi interés, y estaba ávida de conocimiento, o al menos de cierta información.
Como hace siempre, primero fue sutil y me llamó tocándome levemente el hombro. Intenté hacerme la distraída y no hacerle caso. Entonces se sentó enfrente de mí, me miró a los ojos y comenzó con su prolongado interrogatorio. Como no le conformaba y mucho menos le convencía lo que le contestaba, comenzó con los porqués como si fuera una criatura de dos años.
Me acorralaba, me atormentaba con sus preguntas, y la verdad es que yo no tengo todas las respuestas. Y mucho menos esas que ella quería que le de. Y sino juzguen por ustedes mismos, estas son algunas de las preguntas que mi atención me formuló.
“¿Qué hace toda esa gente allí? ¿Por qué acampan en ese lugar desde hace tres días? ¿Por qué hay tantos carteles con nombres de políticos? ¿Por qué esa gente no está trabajando por nuestro País?¿Están de vacaciones? ¿Cómo hacen con la comida? ¿Adónde van al baño? ¿Quién les lleva el agua para el mate?”
Yo hice lo que pude, le dije que eran militantes, que le estaban dando su apoyo a la Presidente. Para que ella se sintiera mejor, para que estuviera contenida. Para que supiera que sus militantes estaban con ella, dándole su cariño y su apoyo desinteresado y anónimo. Esto último sólo en algunos casos. Claro, hubo cosas que ella me pregunto y escapaban a mi conocimiento. Así que me limité a contestar sólo lo que sabia o creía saber.
Aunque a ella no le conformó, siguió, y siguió preguntando. Y yo seguí respondiendo que no sabía, que lo ignoraba. Pero con esa respuesta solo logré enfurecerla más y más.
“Estoy furiosa, por eso te voy a hacer una última pregunta, es tu oportunidad de salvarte o condenarte. De tu respuesta va a depender que por esta vez te perdone. O que no te hable nunca más, o al menos por un tiempo.”
“No puede ser que ignores todo lo que te pregunto, que no logres interesarte por lo que a mi me interesa. Que ni siquiera te dignes a buscar en Internet respuestas a unas simples preguntas que te formulo, para informarme y formarme.”
Lo pensó por un segundo, respiró muy profundo y, me dió su ultima estocada, diciéndome: “La Presidente eligió el Hospital Argerich para atenderse, ¿no es así?”.
Orgullosa de saber la respuesta le dije: ”Así es”
Pero parece que la pregunta, venía con repregunta, y no bien terminé de contestar, con tono firme y muy vehemente me dijo: ”¿Y entonces, por que no la operaron allí?”
Para no decir no sé, improvisé, y con un tono de seguridad otorgado por mi sapiencia, le dije: “Porque como era de urgencia no consiguió cama”. Me parece que mucho no me creyó, porque desde ayer no me dirige la palabra…
Besooo.

martes, 3 de enero de 2012

Una docena surtida...

El año comenzó oficialmente. Bueno casi, en este principio de docena hubo cosas un poco raras, extrañas y extrañísimas. Por ejemplo esa de la que no se habló ni se informó. Esa sobre la que todos estamos en ascuas esperando saber de que se trata. Aunque ahora que lo pienso, tal vez nadie más que ellos lo sepan.
También estuvo presente la eterna puja titánica, esta vez no entre el bien y el mal, sino entre ella y él. No él, por Él, sino él con minúscula. Nuevamente se puso de manifiesto, como tantas otras veces con el dénos la Policía Federal, y el no, mejor te damos los subtes, pero van sin subsidio.
Esta vez, a diferencia de otras, fue menos cruenta, mas disimulada. Se produjo con un hecho a simple vista sin importancia, casi inocente. Pero que marca territorio y sienta postura quizás en una silla no muy cómoda. Ayer fue feriado para la Nación, pero no para la Ciudad. Así que fue un día feriado y extraño en una, y laborable más extraño aun en la otra. En fin…
Más allá de todos estos temas, el año trajo cambios y de lo más profundos. Ahora tendremos que acostumbrarnos a poner en la fecha un dos en lugar de un uno. Si, parece una tontería, una nimiedad, una pavada. Pero no lo es tanto, los humanos somos animales de costumbres, nos cuesta incorporar ese tipo de cosas.
Festejamos el advenimiento del nuevo año con ruidosa pirotecnia, bombos y platillos. Aunque en el momento de plasmarlo en el lienzo blanco, inhóspito y poco inspirador, nos invade ese “miedo inhibidor”. E ingratamente nos olvidamos que estamos transitando un nuevo año con una cifra que por supuesto difiere de la anterior. ¿Y entonces que hacemos? Por inercia ponemos la cifra que nos es familiar, la acostumbrada, la que usamos durante casi un año.
Y digo casi, por que a principios del viejo año, que a esa altura era el nuevo año, hacíamos lo mismo, poníamos el número del año anterior. No quisiera exagerar, ustedes lo saben y muy bien, lejos está de mi semejante cosa.
Pero si juntáramos todos los cheques, facturas, formularios, y documentos en general en los que se sigue y seguirá poniendo 2011, tendríamos una pila de una altura interesante. No me animaría a decir hasta el cielo, aunque casi, serían algunos metritos menos.
El 2012 quedó oficialmente inaugurado, está recién nacido, lleno de fe y esperanza. Tenemos algo así como once meses y veintisiete días para cumplir todas las metas que nos hemos fijado. O para inventar excusas creativas, en caso de perseguirlas y no alcanzarlas…
Besooo.