miércoles, 1 de febrero de 2012

¿Un milagro de miércoles?

Esa extraña dicotomía, esa mezcla incomprensible de época de las cavernas y generación X que tiene nuestro país. De repente te encontrás en el siglo XIV rodeado por todos sus laberínticos vericuetos e incomodidades. Y así de un plumazo, casi sin darte cuenta, el siglo XXI te toca el hombro, y se te hace presente frente a vos como por arte de magia.
Estos últimos días vi buscar y busqué la SUBE infructuosamente. Era casi tan difícil de encontrar como la aguja en un pajar, la fórmula de la felicidad, el secreto de la eterna juventud, el oro al final del arco iris, o el mismo eslabón perdido. El universo se había vuelto en contra de todos nosotros, los buscadores de la SUBE.
Los motivos por los que ella no se hacia presente eran varios y diversos. O no había formularios, o no había sistema, o no había plástico, o faltaba voluntad. Había de todo menos lo que tenía que haber y faltaba todo lo que no había. En fin que todo salía sobrando o faltando, todo dependiendo del cristal con el que se mirara.
Lo cierto, lo real era que perseguíamos un sueño, una fantasía una quimera… Algo sin existencia, sin substancia, sin cuerpo y sobre todo sin alma. Ya habíamos perdido nuestra fé, esa que según las escrituras puede mover montañas, pero no conseguirnos la SUBE.
Fue en ese momento cuando creí que todo estaba perdido que la vi. Ella no me vió, pero yo sí a ella. Era “la noticia” esa por la que todos estábamos clamando y reclamando. Esa que nos pondría nuevamente en este milenio y en esta centuria.
La SUBE se puede solicitar por Internet. Al fin nuestras plegarias fueron escuchadas. Mi consorte subió raudo las escaleras, se sentó frente a su PC y digitó con orgullo la dirección en cuestión. La página no funcionaba, ni en ese momento ni media hora después ni tampoco una, ni dos. Tal vez lo conseguimos después de tres horitas de puro intento.
Cuando por fin había obtenido mi número de trámite eran las 0:05 del día miércoles, emocionada grité “¡Milagro de Miércoles!”. Claro, ahora para que se dé el milagro principal, hace falta que se sucedan varios milagros satélites. O, lo que es lo mismo, una sucesión de pequeños milagros que hacen al cumplimiento del milagro principal.
Es decir, tengo el número de trámite, o sea pude llenar ese maravilloso formulario que tantas veces reclamé y por esas cosas la vida me negó. Pero todavía no tengo la tarjeta físicamente, la tengo de manera virtual, o sea, es como un supuesto. Porque lo que se dice en firme, firme, en la mano, no tengo nada, sigo como hasta ayer cuando intentaba conseguir la SUBE o entrar a la página.
Para tener la tarjeta en mis manos, todavía la Secretaría de Transporte tiene que mandarla a mi domicilio a través del Correo. Y para que me llegue, el Correo tiene que funcionar y no estar en conflicto. Y para que no esté en conflicto hay que solucionar el temita que tienen en el Ministerio de Trabajo con Moyano, que es el que casualmente esta bloqueando la salida de los camiones.
La cuestión es que como siempre termino con más dudas que certezas. Lo único que ansío es que este Milagro tecnológico, producido un día miércoles no termine como un milagro de idem.
Besooo.

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