miércoles, 5 de septiembre de 2012

El que solo se va…

 

Como dice mi mamá, el que sólo se ríe, de sus picardías se acuerda. Hay quienes nacen con estrella y otros nacen estrellados. Y aunque buey solo bien se lame, el que se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen.

Claro, si se lee esto así en frío carece de sentido. Pero si se lo mira bien, se lo desmenuza y se lo medita, la cosa cambia. Volví. No para ser millones. Tampoco para ser billete de 100 pesos, que dio la casualidad que con el cambio de imagen perdieron cierto valor.

No sé que trajo a qué, si el cambio de imagen la baja o la baja fue producto del cambio de imagen. Tal vez este sea otro misterio sin develar, como el asunto de que fue primero, el huevo o la gallina.

Después de todos estos meses, no sé si volví para quedarme. Lo cierto, es que las cosas que están pasando en nuestro bendito país (así no se me enojan los blogueros K) tienen y retienen mi atención y mi interés.

Nuestra ilustrada, constructiva y sobre todo cándida presidente, no ceja de efectuar denodados intentos que mantienen en vilo a mi atención.

La semana pasada, sin ir más lejos hubo dos hechos por los cuales mi atención, me miró a los ojos y me dijo con mirada penetrante, y el ceño funcido: “vas a tener que volver a escribir”.

Y aquí estoy, dándole el gusto. El primer hecho fue en ocasión de la inauguración de un existente polo cultural. En su discurso, la susodicha mandataria, mencionó que Da Vinci y Miguel Angel, no sólo habían estado en la inauguración de la Bienal de Venecia, sino también, que habían sido contemporáneos.

¡GRAN ERROR CK! a menos claro, que haya querido decir que asistieron en espíritu, por que a esas alturas ambos artistas llevaban años de muertos. Aunque, tampoco cierra lo de contemporáneos. A menos claro, que ella sepa algo que no sepamos y alguna de las partidas de nacimiento o defunción sean truchas… En ese caso, mis excusas, señora.

Otra de las cosillas fue otra videoconferencia mal organizada, si se me permite la expresión. No conforme con el éxito obtenido con la conferencia del minero trucho (al que ella bautizó como Antonio, cuando en realidad se llamaba Armando). O la de Salustriana en el que la mujer le pedía “cosas más buenas para su ciudad” y ella entendió que la buena era ella.

Esta vez le toco el turno a la emotiva historia de Milton. Un hombre con acento portugués que habla castellano. No portuñol, un hombre visionario como pocos, que después de años y años tuvo el tan ansiado servicio de luz eléctrica.

Milton estaba junto a un grupete de funcionarios manya oreja, exultante, orgulloso, feliz, hablando con la presidente. Mostrándole con una inocultable alegría, como el progreso había llegado a su hogar y a su vida. Prendía y apagaba sus bombitas, que por cierto, no eran bajo consumo.

Ellas estaban allí, felices de estar y, por fin servir al fin para el cual habían sido creadas. Pendían de un cable que se recortaba sobre el techo de machimbre.

Que felicidad la de Milton, dije, y recordé mi alegría cuando nos pusieron el teléfono de línea. Sentí tanta empatía por ese hombre desconocído, eramos casi almas gemelas.

Lo que no me explico es porque días después aparecieron facturas de luz que Milton estaba oblando desde hacía seis años. Al saber esto, mi empatía y, sobre todo mi credulidad se fueron desvaneciendo. Entonces surgió la duda cruel.

¿Cómo, me dije, este hombre estuvo pagando la luz desde hace seis años sin tener el servicio ? ¿Será un pobre paparulo o un noble pazguato, al que la empresa le tomó el pelo durante todos estos años? ¿O será que Milton es un visionario y comenzó a pagar la luz antes de tenerla, por si le quitaban el subsidio?.

No lo sé, la verdad, es que no lo sé, sino lo diría. Como siempre, termino con más preguntas que respuestas.

Besooo.

ferro

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