Siempre ha sido así, o al menos desde que tengo
memoria. Las posiciones son irreconciliables e irreductibles. No hay un punto de
contacto, falta el entendimiento y la negociación entre las partes se hace
imposible.
Son mundos distintos, cada uno tiene su visión y
no se pone en el lugar del otro. No hay cambio de roles, estos están
perfectamente diferenciados, los compartimentos son estancos. Nosotros aquí y
ellos allí, no podemos mezclarnos, sería nefasto.
Quizás uno de nosotros pueda convertirse en uno de
ellos y perder perspectiva, confundirse, transformarse, olvidándose de lo que
alguna vez fue, y la dignidad y orgullo que ello implica.
De lo que estoy segura es que uno de ellos jamás
podrá convertirse en uno de nosotros. Aunque en otra vida lo haya sido, eso
nunca ocurrirá, por más que se camufle e intente confundirse. Siempre notaremos
que fue uno de ellos, siempre va a ser el diferente. Será aceptado si, y solo
si, cambia su concepción, su idiosincrasia su mirada y conducta. Aunque es una
empresa difícil, todo esta en su esencia, en su cadena de ADN, ellos no son tan
dúctiles como nosotros.
Ellos son un grupo impenetrable, homogéneo,
abigarrado. Son todos uno, y uno contra todos, y todos contra ellos mismos. No
hay distinción de ningún tipo, no se distinguen sexos, ni edades.
Me estoy refiriendo a los automovilistas,
ciclistas y gente motorizada en general. Me pregunto, ¿qué le está pasando a
esta gente? Están cada vez mas reaccionarios, ordinarios, irrespetuosos,
irreverentes, malhumorados, y peor educados.
Los ciclistas y motoqueros directamente están
desatados, cruzan la calle como si fueran peatones, y si te pasan con la bici
por arriba, arreglate. Ellos tienen que pasar y punto, no le vengas con esas
cuestiones nimias. Y si la calle está muy congestionada no dudan ni por una
fracción de segundo en subir a la vereda y utilizarla libremente. No van a estar
esperando el semáforo con el frío que hace, es inhumano.
Y ni hablar de los automovilistas, son lo de
siempre y peor aún. Ayer venia cruzando la calle tranquilamente, me dejaba
llevar plácidamente por el viento de cola, iba distraída buscando con la vista
infructuosamente el sol. De repente unos bocinazos me devolvieron a la fría y
nublada realidad. Antes de pegarle un ubiquete al conductor y autor de los
bocinazos, y quedar como una loca, corroboré que tenía el semáforo a mi favor.
Acto seguido señalé a la automovilista que estaba cruzando bien, que era mi
derecho, que no tenía por que apurarme. Recibí como respuesta un dulce y cordial
“Apurate, tarada”.
Quedé perpleja, anonadada e indignada, lo único
que puedo decir es que estoy en condiciones de afirmar que la conductora
demostró ser una “verdadera dama”… ¿no?
Besooo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario