lunes, 18 de julio de 2011

Los Rebeldes

Existen varios tipos de personas, cada uno de ellos con sus propias creencias, principios, idiosincrasia. Que intentan a su manera ”modificar” este mundo para hacer de él un lugar mejor. Algunos lo logran dando su aporte positivo, haciendo una reforma que parte desde ellos y nos afecta de manera beneficiosa.

Otros, en cambio, tratan de modificar el “orden establecido”, haciendo añicos  las estructuras establecidas convencionalmente por la sociedad. Para ello se rebelan, se oponen, trasgreden. Su conducta nos afecta a todos, ¡y cómo nos afecta!

A veces su oposición tiene una justa causa, aunque sus medios no son los adecuados, pero otras su rebeldía es incausada. Se oponen porque sí, por que tienen ganas, por que les gusta.

En ese grupete de rebeldes sin causa, yo incluiría a los renegados coleros. Se los encuentra por doquier, en cualquier lugar en el que deba hacerse una fila, por ejemplo bancos, cajeros, pago fácil, lugares de votación, colectivo, etc.

Son aquellos que se rebelan contra el sistema. Los mismos que no quieren pertenecer pero no pueden quedar fuera, los que lo integran muy a su pesar. Ellos demuestran su fastidio a cada paso, y hacen todo lo posible o imposible para mantenerse fuera de lo establecido. O al menos complicar al máximo su funcionamiento y por ende nuestras vidas.

Ellos se mantienen al margen de todo, solo están ahí, ni incluídos ni excluídos, sólo presentes. Se sitúan a una distancia prudencial de quien los antecede para no ser confundidos ni incluídos, para no asfixiar o ser asfixiados, aunque si para confundir. Van y vienen creando incertidumbre, duda, desasosiego a quien los sucede en la cuasi fila que hacen a medias  y a desgano.

La situación es por demás confusa, y  debe ser aclarada cuanto antes, entonces, tenés, más bien debes, hacer la pregunta, no puede haber más dilaciones. Queda así plasmado ese punto sin retorno, en el que te obligan, casi te compelen a formularles esa pregunta, ese cuestionamiento trascendental, que fija una posición, que los obliga a definirse, a quedar dentro o fuera tan sólo con una respuesta.

Entonces surge desde lo más profundo: el "¿Estás en la fila?". Para nosotros una simple pregunta, pero para ellos no. De su respuesta depende su definición, el develar de que lado están, el estar dentro o fuera, el pertenecer o no, quizás el ser un ladrillo más en la pared.

La respuesta puede variar, según el caso. En mi experiencia, generalmente emiten un sonido ininteligible, porque no se atreven a pronunciar en voz alta aquella definición y que el mundo los escuche. Lo que se juega es mucho. Otras veces la respuesta es un seco sí, seguido por un diálogo mudo de miradas penetrantes, acusadoras, reprobadoras y en algunos casos defensivas. El diálogo miradístico seria más o menos así: outsider o renegado colístico echando mano a su mirada más hostil, que implica casi un grito de furia te dice “Mi posición es clarísima, ¿no te das cuenta, paparula, que estoy en la fila?”. Y vos que le respondés con otra mirada, con el mismo tenor e intensidad: ”Si tu posición fuera tan clara no me hubiera gastado en preguntar, pasguata/o”. Demoledor.

Por eso señoras y señores renegados y/o rebeldes fileros, si no les gusta hacer fila, porque quieren cambiar el mundo, el sistema, o el orden establecido, o lo que sea que piensen y sientan, tengan a bien no estorbar a los que sí hacemos fila conservando una postura clara. Eso sí, mostrando nuestro fastidio, a regañadientes, con disgusto, pero asumidos.

Besoo.

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