Sin lugar a dudas y sin temor a equivocarme, mis pies son una de las cosas más feas que tengo.
Los tengo planos como un long play, (aclaración para los mas jóvenes, y para aquellos que quieran hacerse las criaturas: es la versión arcaica del CD) es por eso que tengo los dedos separados, muy separados, tal es así que podría tener sin exagerar 4 dedos más. Y, sí, entre dedo y dedo tengo un espacio en el que me cabría otro dedo.
Debo aclarar que esto es como consecuencia de mi tozudez, mis padres hicieron innumerables intentos por corregir éste y otros defectillos que me aquejan. Pero en este caso no tuvieron éxito, yo terminaba destrozando adrede los carísimos y más que horrorosos zapatos de IOA o Carlitos, sin importarme las consecuencias.
Todo esto viene a colación porque el otro día estaba hablando con mi amiga Sonia, y salió la cuestión de las ojotas. Ella me decía que me podía dar tema para escribir un libro. Yo le contaba que a raíz de mi amorfidad patística había adoptado las ojotas como una segunda piel.
Fue así como llegamos a esta reflexión: son muy cómodas las ojotas, muy lindas, te pueden quedar muy bien, mal o como en mi caso peor. Pero… Siempre , hay un pero, y en este caso se convierte casi en clamor y/o ruego: lavaos bien las patas por que en verano se ve y se huele mas, cortaos las uñas, y encremaos los talones, por que aunque uséis ojotas de colores, con taco, de cuero, yute o cristal, disimular algunas cosas, se torna imposible.
Mi lema: es mejor tener la ojota en tierra y no tierra en la ojota.
Besoo.
No son míos
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